A partir de ahora iré posteando los capítulos de mi novela: Juremos por amor. Espero poder, pero cada viernes subiré un capítulo. Hoy de yapa les dejo dos. Espero que les gusté y dejenme comentarios para saber que les gusta y así me esfuerzo más en subir los capítulos. Disfrutenla...
Parte 1
Capítulo 1
A veces decimos que las cosas pasan por algo y que si pasan
así son obra del destino. Pero hay una fuerza más grande que el destino: el
amor. Esta es la historia de Alma Rodríguez, su historia comienza cuando era
una adolescente de dieciséis años común y corriente. Todos los días se
levantaba de su cama y la hacía en perfecto orden, entraba al baño y se
cepillaba su larga y abundante cabellera color castaño claro que le llegaba a
la mitad de las espalda, se lavaba los brackets con las esperanza de que por fin el dentista le dijera que
dentro de dos meses por fin se los quitarían, se lavaba la cara y contemplaba
en el espejo del baño sus tiernos ojos marrones pensando si por fin hoy Eduardo
Domínguez le diría que la quiere, pero sabiendo que mientras la arpía de
Patricia Sánchez le rondara por ahí eso nunca sería posible.
Luego de pasarse diez minutos duchándose, se ponía su
uniforme bien planchado y limpio, acomodaba todo en su habitación y corría a la
cocina a desayunar con su gran familia y cuando digo gran es gran pues la
familia Rodríguez era muy numerosa. Roberto y María Rodríguez eran unas
personas muy cariñosas y que amaban a los niños, tanto que decidieron tener
cinco hijos. Estaban Carlos, el mayor de 23 años; Laura y Micaela, mellizas de
18; luego Alma y por último, Agustín de 10, él más chiquito y consentido de la
familia, tanto por los padres como por Alma que se sentía en el papel de
hermana mayor ante el único hermano menor que ella.
Los desayunos de esa familia eran totalmente un desquicio.
Con horarios distintos, todos yendo de aquí para allá. Roberto Rodríguez debía
salir de su casa a las 6:30 más tardar 7:00 am hacia la oficina en donde era
Gerente General de una fábrica de Galletitas muy conocida y prestigiosa; Carlos
estaba estudiando en la facultad y su horario no era tan estricto así que él
desayunaba tranquilo ¿O no? resulta que siempre tenía que ir a buscar apuntes a
tal y tal lugar por que se había perdido una clase u otra, entonces debía
apurarse para luego poder llegar bien a la facultad, pero siempre llegaba tarde
y era un círculo vicioso que no sabía cuando iba a terminar; Las mellizas y
Alma iban a la Secundaria juntas, a donde tenían que entrar 7:30 am así que
ellas sí desayunaban tranquilas; Agustín iba a la escuela primaria y su madre
siempre tenía que acompañarlo a las 8:00 am, pero siempre renegando por que el
niño no quería ir al colegio y tardaba, a propósito, en desayunar, en
cambiarse, en juntar sus cosas y su madre siempre tenía que estar detrás de él
para que hiciera lo que tenía que hacer. La más perjudicada en este asunto del
peculiar desayuno era María pues debía levantarse 6:00 am para poder preparar
el desayuno para todos ¡Era desquiciante!
Una vez que todo el lío del desayuno era resuelto, Alma
buscaba sus cosas preparadas la noche anterior para no olvidar nada y esperaba
a sus hermanas a que buscaran todo lo necesario para el colegio a último
momento. Más tardar 7:10 am ya tenían que estar saliendo de la casa para llegar
bien al colegio. Era una extensa caminata desde su casa en Colegiales hasta el
colegio a unas diez cuadras más o menos. Las mellizas no veían la hora de que
llegara diciembre y terminaran por fin la escuela secundaria, no faltaba mucho
pues siempre de agosto a diciembre el año se pasa rápido, pero para ellas era
una eternidad. Por el contrario, Alma si
disfrutaba yendo al colegio pues le encantaba aprender, estar con sus amigas y
contemplar desde lejos a su querido Eduardo y siempre se decía "Hoy voy a
juntar coraje y le voy a decir lo que siento", pero aunque lo pensara y se
lo dijera una y otra vez para si misma, nunca tendría el valor de decírselo.
Sus hermanas reían cada vez que veían las cara de Alma
transformarse de la cara de "vamos al colegio" a la cara de
"Eduardo te quiero" y luego a la
de " Nunca me querrá".
- ¿Estás pensando en Eduardo no?- Dijo Laura a su hermana,
ellas sabían todo acerca de la relación entre su hermanita y el presumido de
Eduardo al que todas las chicas le veían algo, pero ellas no, tal vez sería por
la diferencia de edad o por que, cuando años antes, a Micaela le había atraído
el hermano de Eduardo, Tomás, él la había hecho sufrir mucho y ambas creían o
más bien sabían que su hermano menor era idénticamente igual a su hermano
mayor.
- Sí, estoy tratando de convencerme de confesarle o por lo menos acercarme a
Eduardo- Dijo Alma esperanzada entre suspiros.
- Alma, ya te dijimos mil veces que ese chico no te
conviene por que es una peste presumida.
- Él no es así. Su hermano Tomás si, pero él es distinto. Es
dulce, inteligente, lindo y tiene un no sé qué que me vuelve loca.
- Bueno, si. Pero tenés que pensar que a veces la gente no
es como parece ser. Por que es muy fácil conocer a alguien desde lejos que
conocerlo luego de cerca y darte cuenta que las cosas no son como parecen.-
Dijo Micaela que era la más sabia de las mellizas.
- ¿A qué te referís con "de lejos"?- preguntó
Alma intrigada. Parecía que su hermana hablaba muy en serio y si así era quería
entender bien lo que le decía para no hacer de esta charla algo sin valor. Alma
era una chica muy aplicada y valorizaba cada vez que alguien intentaba darle
una lección por que sabía que para algo en la vida le iba a servir, más
viniendo de su hermana mayor que cada muerte de obispo le enseñaba algo.
- A que vos mirás a Eduardo desde lejos como alguien sin
igual, lo idolatrás y lo ves perfecto porque nunca estuviste cerca de él ni
mantuviste una conversación ni nada.
- Sí mantuve una conversación con él.
- ¿Cuál? ¿La vez que se olvidaba la mochila y le dijiste
"se te olvidó la mochila" y él te dijo "gracias" y se fue?
- Si, hubo intercambio de palabras y a parte por algo se
empieza, ahora cuando me ve me registra.
- Si, como la chica que le alcanzó la mochila. Ni tu nombre
sabe.- le dijo Laura cruelmente- Me acuerdo la vuelta al colegio después de ese
día. Venías con una sonrisa de oreja a oreja y nosotras no entendimos hasta que
dijiste "Edu me habló" y nos emocionamos y te preguntamos "¿Qué
te dijo?" y saliste con el "me dijo gracias".- Laura se empezó a
reír a carcajadas.
- Bueno, fue un avance estaba muy contenta, aunque sea me
agradeció.
- Pero vos no te tenés que conformar con "por lo menos
me lo agradeció", vos podés aspirar a mucho más que eso, sos una chica muy
linda y especial y deben haber muchos chicos interesados en vos y vos pensando
en ese tarado que no te merece.- Dijo Micaela en una tierna muestra de afecto
que a Laura le revolvió el estómago.
- Lo que pasa es que Edu es mejor que todos esos, él es el
más inteligente, el más lindo, el más adecuado para mi, somos tal para cual.
- Te doy un consejo.- Dijo Laura hablando en serio que
quería decir que las cosas iban muy en serio y por lo cual Alma escuchó con más
atención que nunca.- Primera ley de la electroestática y del amor: Los iguales
se repelen y los opuestos se atraen.
- Wow, me sorprendiste ¿cómo sabés la primera ley de la
electroestática?- Dijo Micaela sorprendida de verdad por que su hermana
aprendió algo.
- Lo que pasa es que como me iba a servir en la vida, eso
si me lo aprendí.
- O sea que si me acerco a Edu nos vamos a alejar.- Dijo
Alma confundida.
- No boba. Significa que cuando dos personas son muy
iguales tarde o temprano si no hay un amor sólido se aburren, en cambió los
opuestos se complementan y por eso se atraen más.- Dijo Laura orgullosa de la
lección que le enseñaba a su hermana.- ¿Sabés qué?, ojalá que tengas la
oportunidad de estar con Eduardo para que confirmes mi regla y ahora separate
de nosotras por que ya llegamos al cole.
- Okey, gracias.
Alma estaba muy sorprendida de todo lo que sus hermanas le
habían enseñado, pero ella sabía que para toda regla hay una excepción y tal
vez su amor con Eduardo podía llegar a serlo.
Entrando en el colegio encontró a su amiga Rocío y ella
estaba con un chico muy desagradable. Estaba todo desalineado, con el pelo
revuelto, mascando chicle con la boca abierta y una expresión en la cara de
"nada me importa". Era morocho, de ojos claros, tanto como ella jamás
los había visto. Eran como dos Aguamarinas imposibles de encontrar en ningún
lugar del mundo. Sin contar los ojos y la hermosa cabellera lacia que tenía no
le encontraba nada atractivo y no entendía que hacía Rocío que era una chica
muy educada, tierna, de ojos muy parecidos a los del chico, pero menos
deslumbrantes y una cabellera rubia larga y atada con una cinta azul en un
moño, con ese chico. Decidió acercarse por que la curiosidad la mataba.
- Rochi- Así le decían todas- ¿Cómo estás? Buenos días.-
Ella siempre saludaba simpática y con una gran sonrisa sin importarle mostrar
sus brackets.
- Hola Alma, Buenos días. Te presento a mi primo Federico
Ramos- Dijo Rocío muy contenta.
- Ah, es tu primo- le dio mucha risa por un lado el hecho
de que ella imaginó que era su novio y un poco de embarazo el saludar a ese
chico- Mucho gusto soy Alma Rodríguez- Dijo estirando la mano para saludarlo
con un apretón pues no sabía si un beso era muy osado o si un saludo a
distancia era muy cortante.
Federico levantó la mirada hacia Alma y algo le pasó. Notó
que su respiración se aceleraba y que no podía decir nada por que las palabras
no salían. Le sorprendió mucho ver a una chica tan linda, su pelo largo sus
ojos marrones, eran algo sin igual, pero no podía quedar tan obvio y la saludo
con un simple e indiferente:
- Hola- Dijo sin ni siquiera darle la mano.
Alma tomo eso como una grosería y se dio vuelta para hablar
a solas con Rocío.
- ¡Qué maleducado! ¿Cómo hacés para soportarlo?- Dijo Alma
muy ofendida.
- Lo que pasa es que mi primo conmigo es muy distinto. Es
re simpático y muy dulce. No creo que nunca lo llegues a conocer como lo
conozco yo.- Dijo muy contenta con el primo que le había tocado.
- No creo que lo quiera conocer de ningún modo. Con solo
mirarlo me doy cuenta que somos totalmente opuestos.- Cuando dijo eso una frase
vino a su mente: " Los iguales se repelen y los opuestos se atraen".
Pero sacudió la cabeza por que no creía oportuna la frase de su hermana pues
entre ellos dos nunca habría más que un hola si era que lo saludaría devuelta,
por que siendo tan grosero no sabía si quería volver a saludarlo en su vida.
Tocó el timbre de entrada y ambas se despidieron de
Federico quien esta vez saludo un poco mejor a Alma pues se había dado cuenta
que no le gustó nada su manera de saludar.
Cuando entraron lo primero que Alma vio y que también era
lo primero que se puso a buscar fue a Eduardo. Ahí estaba él. Solo, con un
libro entre sus manos, repasando a gran velocidad la lección del día, pasando
esas páginas como si la acariciara y Alma muriéndose por ser una de ellas. Su
pelo rubio y sus ojos color miel resplandecían e iluminaban su alrededor. Cada
vez que lo veía, Alma se embobaba y Rocío debía despertarla.
Ese día ocurrió algo muy especial, no sé si se podría decir
que ese día a Alma le cambió la vida por completo o si ese día fue cuando toda
la historia comenzó, quizás se puede decir que lo que ocurrió ese día fue el
primer paso para todo lo que hizo que toda su vida diera un cambio de 180
grados para siempre...
Capítulo 2
Alma por fin se decidió y reunió fuerza para enfrentar de
una vez por todas a Eduardo por más
Patricia que se interpusiera. Le pidió a Rocío si le sostenía la mochila, tenía
unos nervios tremendos. Eduardo era un año más grande que ella y a ella le
había gustado desde el primer momento que lo vio y lo escuchó con su dialecto
elocuente. ¿Pero que le iba a decir? ¿Cómo iba a actuar? Obviamente él no sabía
que ella existía ¿Cómo se iba a
presentar? Muchas cosas aparecieron en la mente de Alma y ella ya no sabía si
seguir caminando o retroceder corriendo y llorando.
Se acomodó su uniforme, respiró hondo por la nariz y lo
exhaló por la boca. Empezó a caminar muy despacio y con mucha elegancia. Una
sonrisa sin preocupación figuró en su rostro. Cuando estaba por llegar para
hablarle, apareció Patricia Sánchez que era compañera de Eduardo y ya casi su
novia, al menos que Alma se apurara e hiciera en quizás una semana lo que no
hizo en dos años.
Por un momento se detuvo y su sonrisa desapareció por que
Patricia tomó la cara de Eduardo entre sus manos y le dio un beso muy, pero muy
grande. El interior de Alma se estremeció como nunca antes se había estremecido
en su vida. Sintió un fuerte dolor en el medio del pecho y unas ganas de llorar
terribles. Era como si todo su alrededor se hubiera derrumbado en un segundo.
No sabía qué hacer, si correr, si quedarse parada ahí, si llorar hasta no dar
más, si guardar la calma, si tirarse al piso y morirse ahí mismo, no sabía
nada.
De repente también en ese momento todo volvió a cambiar.
Eduardo tiró hacia atrás a Patricia y le empezó a gritar de una manera que Alma
no pensó que jamás vería a su querido Eduardo.
- Loca, ¿Qué te pasa? ¿Quién te creés que sos para venir
darme un beso?- Dijo Eduardo a Patricia totalmente enfurecido.
- Bueno, disculpame. Pensé que entre nosotros había algo.
Como todos comentaban cosas y vos no las desmentías- Dijo Patricia que no sabía
que decirle.
- Si no lo desmentí fue por que no me importa en lo más
mínimo lo que la gente opine. Y si hubiera habido algo entre nosotros, que
ahora mismo te aclaro que no hay, esas cosas tan delicadas se hablan no hay que
ser tan loca, como sos vos para andar por la vida besando a la gente de esa
manera.- Dijo ya muy enojado.
De la furia que tenía Patricia salió corriendo y en la
furia empujó a Alma y la tiró al piso. Alma no sabía si había sido a propósito
o sin querer, pero ella no le pidió perdón ni nada, la dejó tirada en el piso
como si nada hubiera pasado.
- ¿Estás bien?
Alma levantó la cabeza y no sabía si estaba soñando o si de
verdad estaba despierta. Eduardo le estaba dando la mano para levantarse. Alma
quedó totalmente atónita, no sabía qué hacer, qué decir, se decía a si misma
“decí algo inteligente y rápido”.
- Me golpeé un poco la cola- Dijo inocentemente sintiéndose
muy estúpida. Eduardo se rió y la ayudó a levantarse. Alma aún vacilaba en si
era verdad o si todo era uno de esos hermoso sueño que tiene todas las noches
en donde Eduardo y ella están juntos para siempre.
- Disculpá a Patricia es media loca y un poco impulsiva.-
Dijo Eduardo muy bueno y muy dulce ayudándola a sentarse en la escalera. Podría
haberla ayudado a levantarse e irse, pero decidió quedarse con ella ahí.
- Si me di cuenta, pero... ¿Ustedes no estaban por empezar
a salir?- Dijo Alma para empezar algún tema de conversación.
- No, en ningún momento yo dije que Patricia me gustaba, es
más hoy en día no me gusta ninguna chica, no veo que ninguna sea lo bastante
interesante para mi- Dijo Eduardo medio bajoneado.
- Bueno, pero tampoco conocés a todas las chicas del
colegio- Dijo Alma queriéndole levantar el ánimo y de paso promocionándose ella
- Tenés razón, pero no sé tu nombre ¿Cómo te llamás?
- Me llamo Alma, soy de tercero. Soy hermana de las
mellizas de quinto, compañeras de tu hermano.- Decía Alma para tratar de
afianzar conocimientos y que no se olvidase de ella.
- Ah, si, ya sé. Te parecés mucho a ellas. En especial en
los ojos. Tenés ojos muy bonitos ¿Lo sabías?
Cuando Eduardo le dijo eso, Alma casi se muere. ¡Eduardo le
dijo que tenía ojos lindos! ¿Qué más pensaría de ella?, se moría por poder leer
su mente aunque sabía que eso era tan imposible como aprender a volar. Pero
debía continuar la conversación y no podía seguir delirando despierta. Lo mejor
sería seguir con los cumplidos.
- Gracias, pero tus ojos son más bonitos que los míos, pero
seguro que ya muchas chicas te lo han dicho.- Dijo Alma tratando de parecer
humilde, aunque ya lo era bastante.
- En realidad, nunca se fijan en mis ojos, les importa más
otras cosas que mis ojos o mi personalidad y eso me revienta- Decía con una
expresión sombría en su rostro. Alma no podía entender lo que estaba pasando.
Eduardo estaba compartiendo con ella tiempo y se estaban confiando cosas el uno
al otro ¿Sería este el principio de una amistad y luego de un amor? ¡Ah! Era
como un sueño hecho realidad, pero debía concentrarse en la conversación y en
alentar la amistad que estaba naciendo.
- Pero, ¿Por qué eso? Si tus ojos y tu personalidad son
increíbles. No hay muchos chicos lindos y encima inteligentes y sensibles en el
mundo, es todo un sacrificio encontrarlos.
Lo que pasa es que esas chicas no saben valorarte de verdad, pero no te
preocupes, ya vas a encontrar a la persona indicada que te valore por quien sos
y no por como sos.- Cuando termino de hablar, Alma sintió mucha vergüenza por
que por un pelito y le decía lo que sentía sin miramientos. Se había pasado de
la raya y había empezado a soltar todo lo que su corazón le decía. ¿Y ahora que
pensaría Eduardo? ¿Se habría dado cuenta que gusta de él?
- Es muy hermoso eso que me decís. Sabés que tenés razón,
en algún momento va a aparecer esa persona que me valores por quien soy.
Gracias sos muy dulce y muy sincera.
- No, gracias a vos por ayudarme a levantarme y quedarte
conmigo aunque no tenías que hacerlo, sos muy considerado.- Alma parecía una
chica normal ante Eduardo, pero en el fondo estaba llena de alegría y no podía
creer todo lo que le estaba pasando, era algo mágico. Pasó todo en un día y en
un momento. Tenía ganas de gritar a los cuatro vientos que sentía, pero no
podía, debía ser cuidadosa e ir despacio para lograr conquistar el corazón de
Eduardo.
El timbre tocó y se despidieron y cada uno se fue a sus
respectivas aulas. Uno muy contento pues había hecho una amiga nueva y otra con
el corazón que le daba saltos y no corriendo, flotando por salón de clases y
pensando que todo lo que ella soñaba no estaba tan lejos como pensaba.
¿Y ahora que pasaría? ¿Sería posible que su amado Eduardo
le correspondiera? Sonó el timbre del recreo y Alma salió contenta. Mientras
salía, Eduardo le pidió que lo acompañara a un lugar a conversar por que debía
decirle algo muy importante. Alma iba a cada paso más contenta y más
ilusionada. Él la tomo de la mano y ella se sintió en el cielo, su piel tocaba
la suya, su sensación era muy cálida y muy suave. Le pidió que se sentara en el
último escalón del piso más alto del colegio. Alma tenía la sensación de que
algo sucedería, pero no sabía qué. Eduardo la tomó de la mano y le dijo al
oído:
- Cuando dije que eras una chica muy linda, lo decía de
verdad- El sonido de la voz de Eduardo en su oído la hizo estremecerse, pero en
el buen sentido.
- ¿A qué te referís con eso?- Le dijo Alma muy nerviosa.
- A que me gustás y mucho. Son una chica sencilla, tierna y
muy hermosa y me siento muy mal por no haberte visto antes.
- Vos también me gustas, siempre me gustaste- Alma lo
abrazó y no sabía que sucedía, pero le encantaba.
- Ahora, lo que yo te quiero preguntar es... si vos...
querés- Eduardo titubeaba pues también estaba muy nervioso- Si querés ser mi
novia.
- ¡Si! ¡Si! Y mil veces ¡si!
Cuando Alma dijo esto, el timbre sonó y para ese momento se
dio cuenta que todo había sido un hermoso sueño y que lo único que había pasado
era que se había perdido la hora de Matemática.
¡Qué decepción! ¿Cómo podía haber perdido una hora tan
importante como matemática? Igual ahora venía una hora libre por que la
profesora de Historia se había jubilado y no habían encontrado un reemplazo.
Pero su deducción había sido errónea. Un profesor nuevo había entrado a su
curso y con solo verlo ya daba miedo. El profesor se llamaba Matias Pérez y tenía la expresión más seria que Alma había
visto en su vida. Sus ojos mostraban rabia y furia, no había ni un milímetro de
sonrisa en sus labios y su cuerpo era rígido y recto, tanto que parecía que si
se caía, le dolería más al suelo que a él.
- Buenas días alumnos, mi nombre no les incumbe y de la
única forma por la cual pueden llamarme es Profesor. Nada de profe ni de
tutearme, señor profesor para ustedes. Otra cosa, sé muy bien que son un grupo
de ignorantes y de insulsos jóvenes que pierden el tiempo en la música y en el
Internet, pero mi función aquí será convertirlos en un poco menos ignorantes de
lo que son.
Esos comentarios hirieron y enfurecieron a Alma que una de
las cosas que más odiaba era que la subestimaran. Odió a ese hombre desde el
primer momento que lo vio y si había algo en lo que Alma no era buena era en
cambiar de opinión acerca de lo que pensaba de la gente. Y cuando alguien como
ese “Señor profesor” aparecía en su vida, ella haría todo lo posible para
hacerle la contra. Si él pensaba que eran ignorantes, ella le demostraría que
sabía y cuando se proponía algo como eso lo cumplía tan al pie de la letra que
hasta sabría más de lo que sabía él mismo o le demostraría que el ignorante
sería él, no sabía en qué, pero lo humillaría como a nadie.
- Señorita, dígame su nombre, para qué viene al colegio y
que va hacer de su vida después del colegio.- Dijo el profesor malvado a Alma.
- Bueno, mi nombre es Alma Rodríguez, vengo al colegio por
que quiero y me gusta aprender y ser cada vez mejor en la vida, además para
lograr pensar y desarrollar mis sentimientos y valores. Me gustaría enseñar en
la secundaria, pero aún no me decido que materia por que no hay una que me
guste más que otra.- Dijo Alma lo más seria que estuvo en toda su vida.
- O sea que desea enseñar, pero aún no sabe qué, y me
quiere decir con qué pasión enseñará si no desarrolla un gusto excepcional por
una materia. Mejor quédese en su casa atendiendo a sus hijos y marido y le hará
un mayor bien a este país.
El comentario que le hizo le revolvió el estómago a Alma y
no pudo evitar contestarle.
- Mire “PROFESOR”- resaltando esta última palabra con mucho
ímpetu- Yo soy dueña de hacer de mi vida lo que a mi se me plazca y no voy a
tolerar que usted que para mi es un extraño pues es la primera vez que lo veo
en toda mi vida, me diga lo que tengo que hacer o no hacer en mi futuro. Mejor
piense bien si usted eligió su profesión bien por que me parece que con su
pensamiento machista y de repulsión ante los jóvenes no podría enseñarle más
que a un grupo de soldados del ejército.- Luego de decir todo esto, Alma se
sintió un poco mal por que se la había ido la mano, pero bueno, era lo que en
realidad pensaba.
- No puedo creer que una alumna me trate de esa manera,
pero se lo voy a permitir por que así como fui sincero con usted, por esta ves
puede ser sincera conmigo pero que no se repita por que usted es alumna y yo
soy profesor.- Al profesor le costo mucho decirle todo esto a Alma pues algo en
lo profundo de su corazón se retorció pues le recordó a alguien de su pasado,
pero no podía recordar bien a quién, pero que ahora, por ahora no viene al
caso.
La clase fue totalmente insoportable y no sabía como lo
toleró, pero por fin, y en la realidad, tocó el timbre del recreo.
Alma salió muy contenta junto con Rocío y con la esperanza
de que su sueño se hiciera realidad, pero cuando Eduardo pasó por al lado suyo
lo único que recibió fue un “Hola”.
- Bueno por lo menos ahora me dice hola- Decía Alma
contenta, pero a la vez un poco decepcionada.
- ¿Por lo menos? Vos no tenés que aspirar a un por lo
menos, vos tenés que aspirar a un “lo voy a lograr”, corré ya y empezá una
conversación con él, no sé buscá cualquier excusa, ¿Yo que sé? Hablale de algo
que haya quedado pendiente de la charla de hoy, pero rápido- Le dijo Rochi
siempre apoyándola con su amor que ya no era tan imposible.
Alma corrió como nunca en su vida y mientras lo hacía,
pensaba en algo para poder conversar con Eduardo. Tanto pensó, tanto corrió que
se tropezó y prácticamente lustró todo el suelo del colegio con su pulcro
uniforme que ya no estaba tan pulcro.
- Siempre nos encontramos en el piso- Cuando Alma escucho
esa voz, ya no le dio tanta vergüenza estar en el piso tirada. Sin darse cuenta
tenía la excusa perfecta para volver a hablar con él.
- Si, ¿No?, Hay me duele un poco las rodillas- Mintió- Creo
que fue por el golpe.
- Bueno, dejame que te ayude a sentarte un rato- Él le
volvió a extender la mano como había ocurrido a la entrada y se sentaron
devuelta. A ella se le movía todo por adentro cuando él se ponía cerca de
ella.- Ahora decime, ¿A dónde ibas tan apurada como para correr a esa
velocidad?
Alma no sabía que decir, por que si le decía la verdad iba
a quedar muy obvia y no se le ocurría nada. De pronto una idea surgió en su
mente.
- Lo que pasa es que iba al curso de mis hermanas a buscar
una calculadora para la hora de física, pero iba distraída por que estaba
pensando la excusa que les iba a decir para que me la presten, por que
conociéndolas no me la van a querer prestar.
- Yo tengo una solución mejor- Dijo Eduardo muy divertido.
- ¿Cuál?- Dijo Alma de la misma manera.
- Se la pedís a un buen amigo tuyo que es muy atractivo que
ya te ha salvado de varias caídas que te han ocurrido hoy que estoy
completamente seguro de que va a estar encantado de prestártela sin problemas.
- ¿De verdad?, ay, sos tan dulce, me re salvaste por
tercera vez en un día.- Dijo Alma como si en realidad necesitara la calculadora
y muy contenta de que él ya la considerara su amiga.
- Bueno, pensá que vos hoy me dijiste muchas cosas que me
levantaron el autoestima y que pensé que nadie creía de mi.- Dijo Eduardo muy
agradecido.
Ambos fueron juntos al aula de él y le dio su calculadora.
Alma se sentía en un sueño casi irreal. En un día había hablado con Eduardo, se
había hecho amiga de él y, encima, él mismo le prestó algo. Todo lo que ella
había soñado alguna vez le había ocurrido en un solo día.
Fue contenta a su aula, después de un largo, sensible y,
sobre todo, amoroso recreo. Rocío no podía creer el avance que había logrado su
amiga. En un día obtuvo la confianza que
no había tenido nunca desde que la había conocido. Estaba muy orgullosa
de ella y rogaba a Dios que por fin esta vez tuviera suerte.
- Acordate que hoy vas a mi casa a dormir- Dijo Rochi a
Alma.
- Si, obvio, ¿Cómo no me voy a acordar si lo venimos
planeando desde hace una semana?- Dijo Alma muy contenta y a la vez muy
extrañada.
- No, lo que pasa es que como estas en la novena nube de
Valencia pensé que se te había olvidado- Dijo Rocío bromeando con el estado de
ánimo de su amiga y su gran sonrisa la cual se había dibujado instantáneamente
desde que Rochi había pronunciado esa oración acerca de lo que le había
sucedido en ese día. Alma reflexionaba y se tildaba pensando en todo lo que aún
podía llegar a pasar entre ella y Eduardo.
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