lunes, 7 de septiembre de 2015

Juramos por amor: Capítulo 3

El día escolar termino y ambas amigas salieron del colegio muy contentas. Alma estaba como en un sueño. Todo lo que le había pasado en un solo día había sido increíble. Y, encima, al salir había aparecido Eduardo a decirle:
- Chau, nos vemos el lunes. Me encantó conocerte- Se le acercó y le dio un beso en la mejilla.
- Chau, a mi también- Contestó Alma ya pensando que más no iba a poder pasar.
Saliendo del colegio tan contentas las dos, en las escaleras estaba alguien esperándolas: El primo de Rocío, Federico. Estaba apoyado en la pared como haciendo fiaca, las miró fijo, miró especialmente a Alma con una mirada intimidante, desafiante que hizo que a Alma le diera escalofríos.
- ¿Por qué tu primo tiene esa mirada tan fría?- Preguntó Alma muy intrigada.
- Sinceramente no sé, creo que tuvo varios problemas con una chica y desde ese momento cambió totalmente. Nunca quiere hablar del tema, así que nunca supe bien que pasó, pero no volvió a ser el de antes.
 Alma le daba mucha curiosidad lo que le había pasado al Federico pues sus ojos Aguamarina no sólo eran fríos, sino que había una pizca de ternura y de ilusión que hizo que el corazón de Alma latiera rápido de pronto.
Federico miró a Alma y volvió a sentir lo que había sentido a la entrada del colegio ese día. La veía y le transmitía muchas cosas juntas. Era una chica muy dulce, educada, tierna, tan frágil. Sentía la necesidad de protegerla. Con sólo verla caminar deslumbraba a todos con su alegría, pero no podía permitirse volver a sufrir como aquella vez, debía mostrarse frío y no demostrar sus sentimientos.
- Hola primito- Dijo Rocío a Federico- ¿Cómo estuvo tu día?
- Normal ¿Y el tuyo?- Contestó con una linda sonrisa, su prima era una de las personas más importantes que tenía, era como una hermana. Esa sonrisa hizo que Alma también sonriera, fue muy contagiosa para ella, fue como descubrir hielo cálido.
- Hola, ¿Te acordás de mí? Estaba en la entrada hoy a la mañana- Dijo Alma sin querer parecer entrometida.
- Sí, Alma ¿No?- Dijo Federico tratando de demostrarle que no se había olvidado de ella, cosa que para él era una manera de mostrar interés pues de ser otra persona, quizás se hubiera olvidado.
- Si, exactamente- Dijo Alma sonriendo aliviada, de no quedar mal
- ¿vos venís con nosotros?- Dijo Federico tratando de establecer una conversación, pero sin parecer muy entrometido.
- Si, viene a dormir a casa con nosotros.- Dijo Rocío contenta. A Alma se le paró el corazón sin razón. No entendía por qué Rochi había dicho “con nosotros”, o sea que dormiría en la misma casa con la mirada más fría y a la vez más cálida, mejor dicho, con la mirada más rara y opuesta que había visto en su vida.
En el camino a casa de Rocío, Federico iba adelante y las chicas atrás charlando de lo que iban a hacer.
- Vas a tener que besar a mi primo- Dijo Rocío muy divertida.
- ¿Qué? ¿Vos estás loca? ¿Por qué?- Dijo Alma casi perdiendo los estribos.
- Lo que escuchaste, que tu misión de esta noche es besar a mi primo. Vos me hiciste lo mismo cuando me quedé a dormir a tu casa y me hiciste besar a tu hermano Carlos ¿te acordás?
- Sí, pero te puse esa meta por que estás muerta con él, y yo con tu primo no tengo nada que ver ¿Me oíste? Yo sólo tengo ojos para Eduardo y nadie más.
- No importa, está bien que estoy muerta con tu hermano desde la primera vez que lo vi y que vos me ayudaste y todo, pero quiero que hoy beses a mi primo y no vas a hacer nada para impedir que esta sea tu prenda.
- Veremos- Dijo Alma confiada de poder hacer cambiar de opinión a su amiga y pensando en como sería ese beso y en la noche larga que les esperaba- Y decime, ¿Por qué tu primo está durmiendo en tu casa?
- Yo te cuento, pero queda entre nosotras por que es secreto de familia ¿Entendido?
- Si, contame.- Alma se moría de curiosidad, todo se lo causaba.
- Resulta que mi primo tiene a su familia en México. Ellos se habían ido a vivir allí cuando Federico era chico y volvieron hace unos años. Pero los papás volvieron a viajar y se instalaron definitivamente allá. Él se iba a ir con ellos, pero se peleó  muy mal por que su papá quería que estudiara abogacía y él lo que en realidad le apasiona es escribir, escribe cosas hermosas, no te lo podrías imaginar. Su papá, en un ataque de furia por su decisión de seguir letras y de querer vivir de escribir, tiró todo sus cuadernos, rompió todos sus Disquetes de novelas y todo lo que tuviera que ver con la escritura y lo echó. El único lugar que tiene para vivir es en mi casa por que se lleva muy bien con mis papás y conmigo así que mi papá cuando se enteró, habló con su hermano, el papá de Federico, y le dijo que le iba a venir a vivir con nosotros y desde el sábado a la noche que está acá.
- Pobre, lo que debe haber sufrido- Dijo Alma sintiendo compasión por él.
- Si, pero ahora está feliz de estar acá, en su país natal y va a empezar la Licenciatura en Letras. Es muy aplicado aunque no lo parezca.
Cada cosa que Rocío le contaba a Alma de Federico, hacía que ella tuviera más curiosidad acerca de él, le intrigaba mucho y cada vez más.
Llegaron a la casa de Rocío y subieron rápidamente a la habitación. Dejaron las cosas y bajaron a saludar a los papás de Rocío que le tenían la merienda preparada.
Alma y Rocío empezaron a conversar primero del colegio, del profesor detestable y luego de Eduardo. Comenzaron a imaginar que podía llegar a pasar si ella y él comenzaban a salir. También pensaron en como conquistarlo de verdad, como ganar su amor.
- Fede, ¿te puedo pedir un consejo?- Dijo Rocío a su primo. Alma se moría de vergüenza y no imaginaba si aquel chico fuera a responder.
Federico tomo una silla, la dio vuelta dejando el respaldo contra la mesa y se sentó.
- A ver, ¿qué necesitás saber?- Dijo Federico sonriéndole a su prima. Parecía tan simpático con su prima que Alma no podía creer que esa mirada y esa sonrisa fueran de la misma persona.
- Bueno. Resulta que a Alma- Alma la miró como comiéndola con la mirada y Rocío le devolvió con una mirada de “¿y qué? Si no te interesa él”.- le gusta un chico  que es más grande que nosotras y que ella no conoce bien. ¿Qué puede hacer?
Federico, que era un poco vanidoso pensó que el chico era él y sin ilusionarse dijo:
- Bueno, depende del chico. De cuanto lo conoce y de cómo responde él.
- Ah, listo gracias- Dijo Alma tratando de evitar que él siga compartiendo con ella cosas sobre ese tema. No sabía por qué la inquietaba tanto.
- y... ¿se puede saber si lo conozco?- Decía Federico para poder tratar de a poco de acercarse a Alma.
- No, no, ya nos ayudaste suficiente. Gracias- Dijo muy apurada y nerviosa, por que él la ponía nerviosa, no sabía  por qué, pero así era.- Ya terminé Rocío, ¿nos vamos a arriba?
Por la manera en la que Alma se había comportado, Federico pensó que era él de quien Rocío hablaba.
Arriba, en la habitación de Rocío, llena de peluches y de color rosa (su color favorito) Alma se sentía muy avergonzada.
- ¿Por qué le preguntaste eso a tu primo? Me da vergüenza.
- ¿Por qué?, a mi primo no lo conoces ni él te conoce a vos, ¿qué te importa lo que él piense de vos?- Dijo muy segura Rocío- Al menos que te guste mi primo y no me lo quieras decir- Dijo divertida y también muy contenta por que le gustaba la idea de que Alma saliera con su primo, sería como una prima política para ella.- Si, sería fabuloso, nada sería más perfecto. Nos juntaríamos todos los días, yo iría con mi futuro marido Carlos y vos con Fede. Seríamos parientes por donde nos miráramos.
- No, no. Estás loca Rocío. Yo con tu primo sería lo último que haría en la vida. Me parece muy antipático y muy frío- Dijo Alma bastante seria. No mentía, pero tampoco decía totalmente la verdad. En realidad no sabía bien lo que sentía por aquel extraño chico. Por un lado era insufrible, frío, serio, horrible; pero por el otro le despertaba cosas buenas, parecía tierno y sensible o por lo menos eso había descubierto en sus ojos, además su sonrisa, las pocas veces que lo vio sonreír, era contagiosa y trasmitía mucha paz y alegría.
- Bueno entonces esta noche vas a hacer lo último de tu vida por que la prenda de esta noche es besarlo.
- Todavía seguís con eso. No, no pienso besarlo. Yo lo hice de buena amiga, para acercarte a mi hermano, bueno en realidad para que pudieras besarlo por que él estaba dormido, creo que nunca se enteró de que lo besaste- Dijo Alma riéndose y recordando ese momento.
- Bueno, esto va a ser igual. No se tiene por que enterar Fede de que lo vas a besar. Entrás a su habitación cuando esté dormido y listo, un piquito y nada más, ¿te parece bien?- Dijo Rocío esperando un “Sí”.
- Bueno, pero que no se mal entienda, por que mi corazón es de Eduardo ¿ok? - Dijo Alma no muy animada con la idea de besar a Federico.
Esa noche, más o menos por la medianoche, el momento llegó. Rocío y Alma fueron en puntitas de pie hacia la habitación de Federico. La puerta estaba entre abierta y fue más fácil fijarse si él estaba o no ya dormido, efectivamente lo estaba.
- Vamos, ya es hora- Dijo Rocío empujándola hacia la puerta.
Alma entró a aquel santuario, aquel aposento que no habría adivinado jamás que era de Federico. Rocío cerró un poco la puerta por si pasaban sus padres. Alma sentía mucha curiosidad por él. Era un cuarto un poco desordenado, él se había quedado dormido en una silla, parecía que se había quedado dormido escribiendo pues en su mano tenía una lapicera y sobre la mesa un cuaderno. Alma sintió que algo la impulsaba a leer aunque sea un fragmento de lo que él había escrito y lo hizo. Lo que leyó fue lo más hermoso que había leído en su vida:
“Hoy la descubrí. Llevaba el pelo suelto y muy lacio. Me sonrió y fue como si un rayo de sol se hubiera reflejado en su sonrisa, no sé por que ni como, pero sentí una paz en mi interior. Sentí como si un ángel me hubiera estrujado el corazón pues sentía una gran presión en el pecho y sin darme cuenta ese ángel le entregó mi corazón por completo. Ella tiene mi corazón y no lo sabe, se lo di con moño, le entregue lo más preciado que tengo sin dudarlo ni un poco pues confío en su ALMA ciegamente. Me dijo su nombre, ese nombre que el viento susurra cada vez que huelo su perfume. Un perfume embriagador que me llama a abrazarla, a cuidarla, a querer besarla. No sé si ella lo sabe, pero creo que vio en mi aquello que nadie puede o quiere ver. Pues su nombre es el reflejo de lo que puede ver, es como si fuera una especie de diosa que todo lo ve y que ve sin problemas eso que hace de su nombre algo especial, pues su nombre es el reflejo de lo que yo pude ver en sus ojos su nombre es”
No lo había completado, pero veía que estaba enamorado de una chica o por lo menos la persona de la que estaba escribiendo. Vio que también había otros escritos muy bonitos, no podía creer que todo eso proviniera de aquel chico, era todo muy extraño acerca de él. ¿Sería que no era lo que aparentaba?
Él estaba allí sentado en la silla. Mostraba una cara de paz tan dulce que Alma no sabía si él realmente era Federico, era tan sensible aquel rostro que hasta le dio ternura y sonrió, ya no le daba tanto miedo besarlo, al contrario sentía que no sería algo tan desagradable como pensada. Otra vez sentía aquel impulso, esta vez el impulso la llevaba a querer besarlo. Se acercó a él lo más que pudo, pero sin tocarlo, no quería que él ni se enterase de que ella había estado allí. Estaba apunto de unir sus labios con los de él, lo tenía más cerca que nunca y de repente él abrió los ojos y sonrió con una sonrisa un poco vanidosa.
- Yo sabía que era yo de quien estaban hablando hoy- Se sentía triunfante y creía que esa noche podría lograr besar a Alma por que veía que ella también estaba interesada en él, o por lo menos eso creía.
- ¡Qué! ¡Estás loco! Yo no tengo el menor interés en vos- Dijo Alma muy nerviosa.
- Ah, no ¿Entonces me podés explicar que hacés en mi habitación y por que trataste de besarme?- dijo él no confundido, al contrario, notando el nerviosismo de Alma lo preguntaba sarcásticamente.
- Nada, lo que pasa es que Rocío me mando a buscar algo y me dio curiosidad tus notas y como soy media torpe me caí encima tuyo, nada más- Dijo Alma, sonriendo con sus brakets a los cuales Federico adoraba, pero que en ese momento se mostraban bastante nerviosos.
- ¿Vos estás esperando que yo crea eso?- Dijo Federico mirándola fijo y levantando una ceja. Alma no era una chica que mintiera muy a menudo por lo cual lo hacía mal así que terminó diciéndole la verdad.
- Bueno, lo que pasa es que, ay me da mucha vergüenza,- A Federico le divertía mucho esa manera de ser de Alma- cuando Rocío fue a dormir a mi casa yo le hice una prenda en la que tenía que besar a mi hermano por que ella esta muerta con él.
- Si ya lo sabía- Dijo Federico. Su prima y él se confiaban todos los secretos.
- Bueno, entonces hoy como vine yo, ella me quiso obligar a darte un beso- Alma estaba realmente muy avergonzada, tanto que no podía mirarlo a los ojos. Entonces ella sintió que uno de los dedos de Federico le levantaba el mentón para que pudiera mirarlo a los ojos. Cuando lo hizo, vio la mirada más tierna que pudo divisar en toda su vida. Esos ojos aguamarina que trataban de decirle algo, pero no sabía qué.
- Entonces, yo tenía razón. Vos venía a besarme por que te gusto.- Dijo él muy convencido.
- NO, no entendés nada. Sólo escuchás lo que querés escuchar, no me gustás. Lo que pasa es que Rocío quería hacerme pasar lo mismo que yo le hice pasar a ella. Mi corazón tiene dueño.
- A sí, ¿y quién es el dueño de tu corazón?- Dijo Federico muy divertido cruzándose de brazos.
- No es de tu incumbencia, pero te lo voy a decir para que te convenzas de que no te estoy mintiendo. Su nombre es Eduardo, es inteligente, sensible, muy lindo y creo que tengo oportunidad de estar con él.- El rostro de Alma mostraba tanta felicidad e ilusión y sus ojos brillaban tanto cuando hablaba de él, que Federico sentía celos de sólo escuchar sobre ese chico.
- Mira vos- Dijo Federico un poco resentido, pero en el momento se le ocurrió algo- Entonces, ¿Qué vas a hacer con la prenda?- Él esperaba que ella le dijera que la tenía que cumplir igual.
- No sé, por que ya te despertaste- Dijo Alma tratando de escapar.
- Mirá que conociéndola a mi prima se va a enojar si no la cumplís- Federico tenía razón y ella lo sabía, pero qué podía hacer- Si querés te doy el dichoso beso- Dijo como desganado, pero con más ganas que nunca de besarla- así no tenés problemas con mi prima.
- ¿De verdad harías eso por mi?- Él asintió y ella sonrió.
- Mirá, vos cerrá los ojos que de lo demás me ocupo yo.
Federico le volvió a tomar el mentón con su dedo y Alma sintió una sensación en todo su cuerpo. Su corazón latía muy rápido, como sabiendo lo que iba a suceder.
Él se acercó a ella y sus labios tocaron los de ella. Ella se equivocó, pensó que sus labios serían fríos como su actitud, pero no, eran cálidos como sus ojos y le transmitió algo que no podía entender. Sentía aquel imán del que le había hablado su hermana. Sentía que uno era el polo positivo y el otro el negativo y que con ese beso ninguno podía separar los labios del otro. En realidad no sabía si no podían o no querían.
Él sentía muchas cosas, cosas que hacia mucho no sentía, desde aquella vez en la que le habían roto el corazón. Tenía ganas que el beso fuera más allá que un simple y casto beso, quería que fuera más profundo, pero tenía miedo de asustarla y prefirió contenerse, bastante había logrado ya. Tendría un hermoso recuerdo, algo sobre que escribir, algo con que soñar, algo con que jamás olvidarse de ella.
Fue un beso tan mágico que cuando ambos se separaron y abrieron los ojos nos sabían que decir, sólo se miraron y Alma sonrió y bajó la vista. Él trato de buscar su mirada, pero ella la evito sonriendo. Se sentía muy avergonzada, así que se levantó y se fue.
- Espera, ¿Por qué te vas?- Gritó Federico al ver que ella se levantaba y se iba.
Alma no supo como reaccionar ante aquel tan hermoso y mágico beso. Ella sabía que estaba enamorada de Eduardo y ahora que había logrado algo con él no quería confundirse con otra persona y menos alguien como Federico. Llegó a la habitación de Rocío y ella estaba esperando ansiosa, se había cansado de esperar en la puerta y se volvió a la habitación.
- ¿Qué pasó que tardaste tanto?- Dijo Rocío preocupada y confundida por la expresión en el rostro de Alma.
- Nada, lo logré ¿listo?, pero no quiero hablar del tema.- Alma parecía conmocionada, ofendida y Rocío no entendía nada. Lo que pasaba es que Alma tenía mucha bronca, bronca consigo misma, no había pasado la prueba de fuego pues no podía negar que no había sentido nada en ese beso, pero ella no quería sentir nada, ella era de Eduardo.
Toda esa noche soñó con ambos y no entendía por que, para ella había sido un beso insignificante, nada más ¿o no? Eso era lo que la confundía pues no entendía lo que había sido ese beso para ella.
A la mañana siguiente, las chicas bajaron a desayunar y Federico estaba ahí. Alma sentía una vergüenza muy grande, no sabía si debía ignorarlo o hablarle normalmente así que se atrevió a saludarlo:
- Hola, Bue... buenos días ¿Có... cómo dormiste?- Dijo un poco nerviosa.
- Normal- Dijo él muy distante, no parecía el chico, el joven que la había besado la noche anterior.
- Ah, me alegro- Dijo Alma un poco desilusionada, había pensado que quizás después de ese beso podrían llegar a ser aunque sea amigos, pero parece que no había significado nada para él, así como tampoco debía significar nada para ella. Por un lado se sintió mejor por que tenía miedo de que quizás él había malinterpretado ese beso como una muestra de más que afecto, pero parecía que no así que siguió desayunando tranquila.
Rocío notó cierta tensión en el desayuno, más que nada por que ella hablaba con ambos, pero entre ello no cruzaban palabra. Ella también pensó que después del beso podrían llegar a ser amigos, pero notaba que cuando la mirada de Alma se encontraba con la de su primo, ella agachaba la cabeza muy avergonzada. Tenía la impresión de que pasaba algo que ella se había perdido además del beso y no sabía que era. Pronto lo averiguaría.
Alma debía irse pues su abuela vendría a almorzar aquel sábado. Se despidió con un beso de los padres de Rocío, de la misma manera lo hizo con su amiga, pero cuando tuvo que saludar a Federico primero amagó y lo termino saludando con un simple “Chau” y una sonrisa de las suyas. Esa no era la manera de actuar de Alma y para Rocío fue la gota que derramó el vaso.
- Federico ¿te puedo hacer una pregunta?- Dijo Rocío calmada, pero Federico noto su enojo ya al llamarlo Federico y no Fede o primo.
- Si, ¿Qué necesitas?- Dijo un poco nervioso. No le gustaba su prima enojada, aunque a veces le gustaba pelear con ella, no parecía una de esas veces.
- ¿Qué pasó ayer con Alma? ¿Qué le hiciste?- Dijo con un poco de furia.
- ¿Cómo que hice? La besé- Federico tuvo miedo de que lo que Alma había dicho sobre la prenda fuera todo mentira de ella. Si así había sido, tendría que olvidarse de encontrar una mujer por que al parecer era un imán de mentirosas.
- Si, eso ya lo sé por que lo planee yo- Federico suspiró de tranquilidad- Pero ¿qué más le hiciste?
Federico entró en confusión. Por lo que recordaba ellos se habían besado y después ella salió corriendo.
- Yo no le hice nada ¿por qué? ¿Ella te dijo que le hice algo?- Otra vez le volvió aquel temor a las embusteras.
- No, pero la noté muy rara y pensé que ayer cuando ella fue le habías hecho algo- Rocío conocía a su primo y sabía que no le mentía cuando ponía esa expresión en su mirada. Los ojos de Federico eran muy expresivos y Rocío lo conocía como nadie. Después averiguaría lo que le sucedió a Alma.

Federico se quedó preocupado por Alma. Si él la trató así hoy fue por que estaba un poco enojado. Se sintió usado, ni siquiera se quedó a conversar, pero ahora que lo pensaba quizás Alma se asustó o le había pasado algo. No, no podía pensar así, las mujeres eran todas iguales, malas y por más que Alma le gustara tanto no podía volver a caer rendido en los pies de una chica otra vez.

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