El día escolar termino y ambas amigas salieron del colegio
muy contentas. Alma estaba como en un sueño. Todo lo que le había pasado en un
solo día había sido increíble. Y, encima, al salir había aparecido Eduardo a
decirle:
- Chau, nos vemos el lunes. Me encantó conocerte- Se le
acercó y le dio un beso en la mejilla.
- Chau, a mi también- Contestó Alma ya pensando que más no
iba a poder pasar.
Saliendo del colegio tan contentas las dos, en las escaleras
estaba alguien esperándolas: El primo de Rocío, Federico. Estaba apoyado en la
pared como haciendo fiaca, las miró fijo, miró especialmente a Alma con una
mirada intimidante, desafiante que hizo que a Alma le diera escalofríos.
- ¿Por qué tu primo tiene esa mirada tan fría?- Preguntó
Alma muy intrigada.
- Sinceramente no sé, creo que tuvo varios problemas con
una chica y desde ese momento cambió totalmente. Nunca quiere hablar del tema,
así que nunca supe bien que pasó, pero no volvió a ser el de antes.
Alma le daba mucha
curiosidad lo que le había pasado al Federico pues sus ojos Aguamarina no sólo
eran fríos, sino que había una pizca de ternura y de ilusión que hizo que el
corazón de Alma latiera rápido de pronto.
Federico miró a Alma y volvió a sentir lo que había sentido
a la entrada del colegio ese día. La veía y le transmitía muchas cosas juntas.
Era una chica muy dulce, educada, tierna, tan frágil. Sentía la necesidad de
protegerla. Con sólo verla caminar deslumbraba a todos con su alegría, pero no
podía permitirse volver a sufrir como aquella vez, debía mostrarse frío y no
demostrar sus sentimientos.
- Hola primito- Dijo Rocío a Federico- ¿Cómo estuvo tu día?
- Normal ¿Y el tuyo?- Contestó con una linda sonrisa, su
prima era una de las personas más importantes que tenía, era como una hermana.
Esa sonrisa hizo que Alma también sonriera, fue muy contagiosa para ella, fue
como descubrir hielo cálido.
- Hola, ¿Te acordás de mí? Estaba en la entrada hoy a la
mañana- Dijo Alma sin querer parecer entrometida.
- Sí, Alma ¿No?- Dijo Federico tratando de demostrarle que
no se había olvidado de ella, cosa que para él era una manera de mostrar
interés pues de ser otra persona, quizás se hubiera olvidado.
- Si, exactamente- Dijo Alma sonriendo aliviada, de no quedar
mal
- ¿vos venís con nosotros?- Dijo Federico tratando de
establecer una conversación, pero sin parecer muy entrometido.
- Si, viene a dormir a casa con nosotros.- Dijo Rocío
contenta. A Alma se le paró el corazón sin razón. No entendía por qué Rochi había
dicho “con nosotros”, o sea que dormiría en la misma casa con la mirada más
fría y a la vez más cálida, mejor dicho, con la mirada más rara y opuesta que
había visto en su vida.
En el camino a casa de Rocío, Federico iba adelante y las
chicas atrás charlando de lo que iban a hacer.
- Vas a tener que besar a mi primo- Dijo Rocío muy
divertida.
- ¿Qué? ¿Vos estás loca? ¿Por qué?- Dijo Alma casi
perdiendo los estribos.
- Lo que escuchaste, que tu misión de esta noche es besar a
mi primo. Vos me hiciste lo mismo cuando me quedé a dormir a tu casa y me
hiciste besar a tu hermano Carlos ¿te acordás?
- Sí, pero te puse esa meta por que estás muerta con él, y
yo con tu primo no tengo nada que ver ¿Me oíste? Yo sólo tengo ojos para
Eduardo y nadie más.
- No importa, está bien que estoy muerta con tu hermano
desde la primera vez que lo vi y que vos me ayudaste y todo, pero quiero que
hoy beses a mi primo y no vas a hacer nada para impedir que esta sea tu prenda.
- Veremos- Dijo Alma confiada de poder hacer cambiar de
opinión a su amiga y pensando en como sería ese beso y en la noche larga que
les esperaba- Y decime, ¿Por qué tu primo está durmiendo en tu casa?
- Yo te cuento, pero queda entre nosotras por que es
secreto de familia ¿Entendido?
- Si, contame.- Alma se moría de curiosidad, todo se lo
causaba.
- Resulta que mi primo tiene a su familia en México. Ellos
se habían ido a vivir allí cuando Federico era chico y volvieron hace unos
años. Pero los papás volvieron a viajar y se instalaron definitivamente allá. Él
se iba a ir con ellos, pero se peleó muy
mal por que su papá quería que estudiara abogacía y él lo que en realidad le
apasiona es escribir, escribe cosas hermosas, no te lo podrías imaginar. Su
papá, en un ataque de furia por su decisión de seguir letras y de querer vivir
de escribir, tiró todo sus cuadernos, rompió todos sus Disquetes de novelas y
todo lo que tuviera que ver con la escritura y lo echó. El único lugar que
tiene para vivir es en mi casa por que se lleva muy bien con mis papás y
conmigo así que mi papá cuando se enteró, habló con su hermano, el papá de
Federico, y le dijo que le iba a venir a vivir con nosotros y desde el sábado a
la noche que está acá.
- Pobre, lo que debe haber sufrido- Dijo Alma sintiendo
compasión por él.
- Si, pero ahora está feliz de estar acá, en su país natal
y va a empezar la Licenciatura en Letras. Es muy aplicado aunque no lo parezca.
Cada cosa que Rocío le contaba a Alma de Federico, hacía
que ella tuviera más curiosidad acerca de él, le intrigaba mucho y cada vez
más.
Llegaron a la casa de Rocío y subieron rápidamente a la
habitación. Dejaron las cosas y bajaron a saludar a los papás de Rocío que le
tenían la merienda preparada.
Alma y Rocío empezaron a conversar primero del colegio, del
profesor detestable y luego de Eduardo. Comenzaron a imaginar que podía llegar
a pasar si ella y él comenzaban a salir. También pensaron en como conquistarlo
de verdad, como ganar su amor.
- Fede, ¿te puedo pedir un consejo?- Dijo Rocío a su primo.
Alma se moría de vergüenza y no imaginaba si aquel chico fuera a responder.
Federico tomo una silla, la dio vuelta dejando el respaldo
contra la mesa y se sentó.
- A ver, ¿qué necesitás saber?- Dijo Federico sonriéndole a
su prima. Parecía tan simpático con su prima que Alma no podía creer que esa
mirada y esa sonrisa fueran de la misma persona.
- Bueno. Resulta que a Alma- Alma la miró como comiéndola
con la mirada y Rocío le devolvió con una mirada de “¿y qué? Si no te interesa
él”.- le gusta un chico que es más
grande que nosotras y que ella no conoce bien. ¿Qué puede hacer?
Federico, que era un poco vanidoso pensó que el chico era
él y sin ilusionarse dijo:
- Bueno, depende del chico. De cuanto lo conoce y de cómo
responde él.
- Ah, listo gracias- Dijo Alma tratando de evitar que él siga
compartiendo con ella cosas sobre ese tema. No sabía por qué la inquietaba
tanto.
- y... ¿se puede saber si lo conozco?- Decía Federico para
poder tratar de a poco de acercarse a Alma.
- No, no, ya nos ayudaste suficiente. Gracias- Dijo muy
apurada y nerviosa, por que él la ponía nerviosa, no sabía por qué, pero así era.- Ya terminé Rocío,
¿nos vamos a arriba?
Por la manera en la que Alma se había comportado, Federico
pensó que era él de quien Rocío hablaba.
Arriba, en la habitación de Rocío, llena de peluches y de
color rosa (su color favorito) Alma se sentía muy avergonzada.
- ¿Por qué le preguntaste eso a tu primo? Me da vergüenza.
- ¿Por qué?, a mi primo no lo conoces ni él te conoce a
vos, ¿qué te importa lo que él piense de vos?- Dijo muy segura Rocío- Al menos
que te guste mi primo y no me lo quieras decir- Dijo divertida y también muy
contenta por que le gustaba la idea de que Alma saliera con su primo, sería
como una prima política para ella.- Si, sería fabuloso, nada sería más
perfecto. Nos juntaríamos todos los días, yo iría con mi futuro marido Carlos y
vos con Fede. Seríamos parientes por donde nos miráramos.
- No, no. Estás loca Rocío. Yo con tu primo sería lo último
que haría en la vida. Me parece muy antipático y muy frío- Dijo Alma bastante
seria. No mentía, pero tampoco decía totalmente la verdad. En realidad no sabía
bien lo que sentía por aquel extraño chico. Por un lado era insufrible, frío,
serio, horrible; pero por el otro le despertaba cosas buenas, parecía tierno y
sensible o por lo menos eso había descubierto en sus ojos, además su sonrisa,
las pocas veces que lo vio sonreír, era contagiosa y trasmitía mucha paz y
alegría.
- Bueno entonces esta noche vas a hacer lo último de tu
vida por que la prenda de esta noche es besarlo.
- Todavía seguís con eso. No, no pienso besarlo. Yo lo hice
de buena amiga, para acercarte a mi hermano, bueno en realidad para que
pudieras besarlo por que él estaba dormido, creo que nunca se enteró de que lo
besaste- Dijo Alma riéndose y recordando ese momento.
- Bueno, esto va a ser igual. No se tiene por que enterar
Fede de que lo vas a besar. Entrás a su habitación cuando esté dormido y listo,
un piquito y nada más, ¿te parece bien?- Dijo Rocío esperando un “Sí”.
- Bueno, pero que no se mal entienda, por que mi corazón es
de Eduardo ¿ok? - Dijo Alma no muy animada con la idea de besar a Federico.
Esa noche, más o menos por la medianoche, el momento llegó.
Rocío y Alma fueron en puntitas de pie hacia la habitación de Federico. La
puerta estaba entre abierta y fue más fácil fijarse si él estaba o no ya
dormido, efectivamente lo estaba.
- Vamos, ya es hora- Dijo Rocío empujándola hacia la
puerta.
Alma entró a aquel santuario, aquel aposento que no habría
adivinado jamás que era de Federico. Rocío cerró un poco la puerta por si
pasaban sus padres. Alma sentía mucha curiosidad por él. Era un cuarto un poco
desordenado, él se había quedado dormido en una silla, parecía que se había
quedado dormido escribiendo pues en su mano tenía una lapicera y sobre la mesa un
cuaderno. Alma sintió que algo la impulsaba a leer aunque sea un fragmento de
lo que él había escrito y lo hizo. Lo que leyó fue lo más hermoso que había
leído en su vida:
“Hoy la descubrí.
Llevaba el pelo suelto y muy lacio. Me sonrió y fue como si un rayo de sol se
hubiera reflejado en su sonrisa, no sé por que ni como, pero sentí una paz en
mi interior. Sentí como si un ángel me hubiera estrujado el corazón pues sentía
una gran presión en el pecho y sin darme cuenta ese ángel le entregó mi corazón
por completo. Ella tiene mi corazón y no lo sabe, se lo di con moño, le
entregue lo más preciado que tengo sin dudarlo ni un poco pues confío en su
ALMA ciegamente. Me dijo su nombre, ese nombre que el viento susurra cada vez
que huelo su perfume. Un perfume embriagador que me llama a abrazarla, a
cuidarla, a querer besarla. No sé si ella lo sabe, pero creo que vio en mi
aquello que nadie puede o quiere ver. Pues su nombre es el reflejo de lo que
puede ver, es como si fuera una especie de diosa que todo lo ve y que ve sin
problemas eso que hace de su nombre algo especial, pues su nombre es el reflejo
de lo que yo pude ver en sus ojos su nombre es”
No lo había completado, pero veía que estaba enamorado de
una chica o por lo menos la persona de la que estaba escribiendo. Vio que
también había otros escritos muy bonitos, no podía creer que todo eso
proviniera de aquel chico, era todo muy extraño acerca de él. ¿Sería que no era
lo que aparentaba?
Él estaba allí sentado en la silla. Mostraba una cara de
paz tan dulce que Alma no sabía si él realmente era Federico, era tan sensible
aquel rostro que hasta le dio ternura y sonrió, ya no le daba tanto miedo
besarlo, al contrario sentía que no sería algo tan desagradable como pensada.
Otra vez sentía aquel impulso, esta vez el impulso la llevaba a querer besarlo.
Se acercó a él lo más que pudo, pero sin tocarlo, no quería que él ni se
enterase de que ella había estado allí. Estaba apunto de unir sus labios con
los de él, lo tenía más cerca que nunca y de repente él abrió los ojos y sonrió
con una sonrisa un poco vanidosa.
- Yo sabía que era yo de quien estaban hablando hoy- Se
sentía triunfante y creía que esa noche podría lograr besar a Alma por que veía
que ella también estaba interesada en él, o por lo menos eso creía.
- ¡Qué! ¡Estás loco! Yo no tengo el menor interés en vos-
Dijo Alma muy nerviosa.
- Ah, no ¿Entonces me podés explicar que hacés en mi
habitación y por que trataste de besarme?- dijo él no confundido, al contrario,
notando el nerviosismo de Alma lo preguntaba sarcásticamente.
- Nada, lo que pasa es que Rocío me mando a buscar algo y
me dio curiosidad tus notas y como soy media torpe me caí encima tuyo, nada
más- Dijo Alma, sonriendo con sus brakets a los cuales Federico adoraba, pero
que en ese momento se mostraban bastante nerviosos.
- ¿Vos estás esperando que yo crea eso?- Dijo Federico
mirándola fijo y levantando una ceja. Alma no era una chica que mintiera muy a
menudo por lo cual lo hacía mal así que terminó diciéndole la verdad.
- Bueno, lo que pasa es que, ay me da mucha vergüenza,- A
Federico le divertía mucho esa manera de ser de Alma- cuando Rocío fue a dormir
a mi casa yo le hice una prenda en la que tenía que besar a mi hermano por que
ella esta muerta con él.
- Si ya lo sabía- Dijo Federico. Su prima y él se confiaban
todos los secretos.
- Bueno, entonces hoy como vine yo, ella me quiso obligar a
darte un beso- Alma estaba realmente muy avergonzada, tanto que no podía
mirarlo a los ojos. Entonces ella sintió que uno de los dedos de Federico le
levantaba el mentón para que pudiera mirarlo a los ojos. Cuando lo hizo, vio la
mirada más tierna que pudo divisar en toda su vida. Esos ojos aguamarina que
trataban de decirle algo, pero no sabía qué.
- Entonces, yo tenía razón. Vos venía a besarme por que te
gusto.- Dijo él muy convencido.
- NO, no entendés nada. Sólo escuchás lo que querés
escuchar, no me gustás. Lo que pasa es que Rocío quería hacerme pasar lo mismo
que yo le hice pasar a ella. Mi corazón tiene dueño.
- A sí, ¿y quién es el dueño de tu corazón?- Dijo Federico
muy divertido cruzándose de brazos.
- No es de tu incumbencia, pero te lo voy a decir para que
te convenzas de que no te estoy mintiendo. Su nombre es Eduardo, es
inteligente, sensible, muy lindo y creo que tengo oportunidad de estar con él.-
El rostro de Alma mostraba tanta felicidad e ilusión y sus ojos brillaban tanto
cuando hablaba de él, que Federico sentía celos de sólo escuchar sobre ese
chico.
- Mira vos- Dijo Federico un poco resentido, pero en el
momento se le ocurrió algo- Entonces, ¿Qué vas a hacer con la prenda?- Él
esperaba que ella le dijera que la tenía que cumplir igual.
- No sé, por que ya te despertaste- Dijo Alma tratando de
escapar.
- Mirá que conociéndola a mi prima se va a enojar si no la
cumplís- Federico tenía razón y ella lo sabía, pero qué podía hacer- Si querés
te doy el dichoso beso- Dijo como desganado, pero con más ganas que nunca de
besarla- así no tenés problemas con mi prima.
- ¿De verdad harías eso por mi?- Él asintió y ella sonrió.
- Mirá, vos cerrá los ojos que de lo demás me ocupo yo.
Federico le volvió a tomar el mentón con su dedo y Alma
sintió una sensación en todo su cuerpo. Su corazón latía muy rápido, como
sabiendo lo que iba a suceder.
Él se acercó a ella y sus labios tocaron los de ella. Ella
se equivocó, pensó que sus labios serían fríos como su actitud, pero no, eran
cálidos como sus ojos y le transmitió algo que no podía entender. Sentía aquel
imán del que le había hablado su hermana. Sentía que uno era el polo positivo y
el otro el negativo y que con ese beso ninguno podía separar los labios del
otro. En realidad no sabía si no podían o no querían.
Él sentía muchas cosas, cosas que hacia mucho no sentía,
desde aquella vez en la que le habían roto el corazón. Tenía ganas que el beso
fuera más allá que un simple y casto beso, quería que fuera más profundo, pero
tenía miedo de asustarla y prefirió contenerse, bastante había logrado ya.
Tendría un hermoso recuerdo, algo sobre que escribir, algo con que soñar, algo
con que jamás olvidarse de ella.
Fue un beso tan mágico que cuando ambos se separaron y
abrieron los ojos nos sabían que decir, sólo se miraron y Alma sonrió y bajó la
vista. Él trato de buscar su mirada, pero ella la evito sonriendo. Se sentía
muy avergonzada, así que se levantó y se fue.
- Espera, ¿Por qué te vas?- Gritó Federico al ver que ella
se levantaba y se iba.
Alma no supo como reaccionar ante aquel tan hermoso y
mágico beso. Ella sabía que estaba enamorada de Eduardo y ahora que había
logrado algo con él no quería confundirse con otra persona y menos alguien como
Federico. Llegó a la habitación de Rocío y ella estaba esperando ansiosa, se
había cansado de esperar en la puerta y se volvió a la habitación.
- ¿Qué pasó que tardaste tanto?- Dijo Rocío preocupada y
confundida por la expresión en el rostro de Alma.
- Nada, lo logré ¿listo?, pero no quiero hablar del tema.-
Alma parecía conmocionada, ofendida y Rocío no entendía nada. Lo que pasaba es
que Alma tenía mucha bronca, bronca consigo misma, no había pasado la prueba de
fuego pues no podía negar que no había sentido nada en ese beso, pero ella no
quería sentir nada, ella era de Eduardo.
Toda esa noche soñó con ambos y no entendía por que, para
ella había sido un beso insignificante, nada más ¿o no? Eso era lo que la
confundía pues no entendía lo que había sido ese beso para ella.
A la mañana siguiente, las chicas bajaron a desayunar y
Federico estaba ahí. Alma sentía una vergüenza muy grande, no sabía si debía
ignorarlo o hablarle normalmente así que se atrevió a saludarlo:
- Hola, Bue... buenos días ¿Có... cómo dormiste?- Dijo un
poco nerviosa.
- Normal- Dijo él muy distante, no parecía el chico, el
joven que la había besado la noche anterior.
- Ah, me alegro- Dijo Alma un poco desilusionada, había
pensado que quizás después de ese beso podrían llegar a ser aunque sea amigos,
pero parece que no había significado nada para él, así como tampoco debía
significar nada para ella. Por un lado se sintió mejor por que tenía miedo de
que quizás él había malinterpretado ese beso como una muestra de más que
afecto, pero parecía que no así que siguió desayunando tranquila.
Rocío notó cierta tensión en el desayuno, más que nada por
que ella hablaba con ambos, pero entre ello no cruzaban palabra. Ella también
pensó que después del beso podrían llegar a ser amigos, pero notaba que cuando
la mirada de Alma se encontraba con la de su primo, ella agachaba la cabeza muy
avergonzada. Tenía la impresión de que pasaba algo que ella se había perdido
además del beso y no sabía que era. Pronto lo averiguaría.
Alma debía irse pues su abuela vendría a almorzar aquel
sábado. Se despidió con un beso de los padres de Rocío, de la misma manera lo
hizo con su amiga, pero cuando tuvo que saludar a Federico primero amagó y lo
termino saludando con un simple “Chau” y una sonrisa de las suyas. Esa no era
la manera de actuar de Alma y para Rocío fue la gota que derramó el vaso.
- Federico ¿te puedo hacer una pregunta?- Dijo Rocío
calmada, pero Federico noto su enojo ya al llamarlo Federico y no Fede o primo.
- Si, ¿Qué necesitas?- Dijo un poco nervioso. No le gustaba
su prima enojada, aunque a veces le gustaba pelear con ella, no parecía una de
esas veces.
- ¿Qué pasó ayer con Alma? ¿Qué le hiciste?- Dijo con un
poco de furia.
- ¿Cómo que hice? La besé- Federico tuvo miedo de que lo
que Alma había dicho sobre la prenda fuera todo mentira de ella. Si así había
sido, tendría que olvidarse de encontrar una mujer por que al parecer era un
imán de mentirosas.
- Si, eso ya lo sé por que lo planee yo- Federico suspiró
de tranquilidad- Pero ¿qué más le hiciste?
Federico entró en confusión. Por lo que recordaba ellos se
habían besado y después ella salió corriendo.
- Yo no le hice nada ¿por qué? ¿Ella te dijo que le hice
algo?- Otra vez le volvió aquel temor a las embusteras.
- No, pero la noté muy rara y pensé que ayer cuando ella
fue le habías hecho algo- Rocío conocía a su primo y sabía que no le mentía
cuando ponía esa expresión en su mirada. Los ojos de Federico eran muy
expresivos y Rocío lo conocía como nadie. Después averiguaría lo que le sucedió
a Alma.
Federico se quedó preocupado por Alma. Si él la trató así
hoy fue por que estaba un poco enojado. Se sintió usado, ni siquiera se quedó a
conversar, pero ahora que lo pensaba quizás Alma se asustó o le había pasado
algo. No, no podía pensar así, las mujeres eran todas iguales, malas y por más
que Alma le gustara tanto no podía volver a caer rendido en los pies de una
chica otra vez.
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