Alma volvía a su casa, se sentía mal por no haber saludado
a Federico, pero es que no había podido quizás por vergüenza o quizás por
miedo, miedo a la confusión. Pero ya estaba bien y debía ir a disfrutar de un
almuerzo con su querida abuela que hacía tanto que no veía. La abuela de Alma
vivía en Mar del Plata y sólo la veía en enero cuando iba a visitarla y en
agosto cuando ella los venía a visitar a ellos. Alma era muy apegada a su
abuela. Ella era la única que le había quedado pues sus dos abuelos paternos
murieron antes de que ella naciera, su abuela de diabetes y su abuelo de amor
cuando se murió su mujer. Alma y Agustín fueron los únicos que no los
conocieron y por eso eran los más apegados a Noelia, la abuela materna. Con
respecto al abuelo materno, él ni siquiera existía, por lo menos no para
ninguno de la familia pues antes de que la mamá de Alma naciera él murió en un
accidente en un barco y jamás se encontró el cuerpo.
Alma estaba ansiosa por verla, tenía muchas cosas para
contarle. Era una bella mañana de sábado y estaba lindo para ir a la plaza a
tomar sol y a charlar, ese sería el plan perfecto, pero antes de que terminara
de soñar con ese gran día recordó que el lunes el profesor de historia iba a
tomar lección de lo que habían visto el viernes y ella sería la mejor en esa
materia sólo para demostrarle a aquel malvado hombre que ella no era ninguna
ignorante.
El encuentro entre Alma y su abuela fue muy hermoso, se
abrazaron, a Noelia se le caían las lágrimas de ver a su nieta tan grande, Alma
se reía de lo que su abuela le decía. Después del emotivo encuentro, el
almuerzo comenzó. Fue un momento de muchas risas. Al ser una familia tan grande
y que pocas veces estaban todos reunidos para almorzar, todos hablaban a la
vez. Algunos discutían otros escuchaban las historias de la abuela y otros
charlaban entre ellos. Carlos y las Mellizas luchaban con sus papás para poder
ir a bailar esa noche, el problema no era ir a bailar sino que querían que
Roberto les prestara el auto y de ninguna manera lo permitiría pues cuidaba su
Ford Falcon como oro; Agustín y Alma escuchaban atentamente a su abuela que les
contaba de sus vacaciones cuando era chica. Alma quería saber todo lo que
pudiera de ella, todo. Sus vacaciones, sus romances, sus anécdotas de cuando
era pequeña, de cuando su madre era pequeña, pero de lo que más quería saber
era sobre su abuelo. No había tenido la oportunidad de conocerlo, pero lo
adoraba con pasión pues su abuela le contaba historias de él y de aquel trágico
día en el barco y a ella le daba mucha pena de no haberlo conocido pues de
haberlo hecho estaba segura de que se llevarían muy bien. Así como su abuela
era su heroína, su abuelo, a pesar de jamás haberlo visto, era su mayor héroe.
- Abuela, contame una vez más aquel viaje en barco que
hicieron con el abuelo- Le dijo Alma unas horas después cuando estaban en la
plaza sentada en un banco dándole de comer a las palomas.
- Claro, desde chiquita te gusta esa historia y creo que
con el tiempo te gusta todavía más- Le dijo cariñosamente dándole un golpecito
en la nariz con el dedo.
- Si, me gusta saber como el abuelo salvó tu vida.- Alma se
acomodó en el banco para escucharla mejor.
- Bueno, todo comenzó cuando tu abuelo y yo nos habíamos
casado y de luna de miel decidimos irnos a un crucero. Él era un hombre muy
importante y había conseguido ese crucero maravilloso hasta Brasil y de vuelta
hacia aquí. Fue la velada más maravillosa de toda mi vida. Tu abuelo era un
hombre culto y yo bastante ignorante, pero aprendí mucho de él y él aprendió de
mí otras tantas cosas. Nunca había vivido algo así en un barco. Comer en un
lujoso salón, pasar horas a la luz de la luna conversando y mirando el mar, era
todo mágico, pero antes de llegar a Brasil una fuerte tormenta se levantó.
Nosotros estábamos en la cubierta, o sea la parte de arriba del barco y vimos
como las olas crecían y crecían más. El capitán nos gritó que entráramos por
que la tormenta sería muy brava, pero antes de lograr entrar una gran ola me
arrastro y tu abuelo no dudó ni un instante en correr a ayudarme. Él era un
gran nadador, pero esa vez no le ayudó mucho. Yo estaba agarrada de la baranda
del barco, él sabía que si hacía lo que tenía pensado hacer terminaría él
dentro del agua, pero no lo pensó dos veces por más que yo le gritaba “si te
morís vos yo me muero”, “por favor tu vida tiene mucho más valor de lo que
tiene la mía” “no me hagas esto”, pero él no me escuchaba, recuerdo como si lo
estuviera viendo esa imagen ahora, que las últimas palabras que me dijo fueron
“el darte la oportunidad de vivir es el mejor regalo de bodas que me puedo
hacer, si me querés dar uno vos sé feliz y así yo también voy a serlo desde
donde esté”, en ese momento me empujó dentro del barco y él cayó al mar. La
tormenta estaba demasiado brava como para que algún marinero pudiera salvarlo.
Esa noche nuestro barco volcó, pero gracias a Dios y a tu abuelo fui una de las
sobrevivientes.
- Mil veces escuché esa historia y me sigue asombrando la
valentía y la entrega del abuelo, era un hombre increíble, ojalá yo consiga uno
igual.- Decía Alma muy exaltada. Su abuelo era uno de sus mayores héroes y
aunque no lo había conocido, creía que sabía de él más que incluso su mamá.
- Estoy segura de que lo encontrarás.
Alma se divertía mucho cuando estaba con su abuela, pero ya
debían irse a la casa pues ella debía estudiar esa horrorosa Historia para ese
horroroso profesor. Comparado con su abuelo, ese profesor era nada, si
estuviera vivo Alma se lo hubiera presentado para que se diera cuenta de lo que
es un verdadero hombre.
- Abuelita, tengo que irme a casa- Dijo Alma muy triste.
- ¿Ya? ¿Por qué tan pronto?- La abuela quedo extrañada pues
a Alma lo único que la sacaba de la plaza era la oscura noche.
- Lo que pasa es que debo estudiar Historia y como el
profesor es un soberbio mal educado quiero ser la mejor para que se dé cuenta
que no soy ninguna ignorante- Dijo Alma muy enojada, la abuela se río de ella
tiernamente- ¿De qué te reís abuela?
- Me hacés acordar a mí. Cuando conocí a tu abuelo él
también era así, bueno siguió siempre siendo así. Tenía un carácter atroz y se
creía superior a todos, pero yo no aguantaba
que me tratara así y me le plantaba y le decía sus verdades. Yo era la
única que podía manejar ese carácter podrido que tenía, pero el amor entre
nosotros era más fuerte por que superó todas las discusiones y peleas que
tuvimos.
- Pero el abuelo era bueno, sensible y dulce en el
interior, este profesor es más agrio que una botella de vinagre.
- Bueno, entonces vayamos a casa para demostrarle a ese
horrible hombre que mi nietita es mejor que él- Dijo riendo Noelia.
Llegaron a casa y Carlos y las mellizas todavía discutían
el asunto del auto, parecía que aún tenía para rato. Alma quería quedarse a ver
que pasaba, pero debía estudiar Historia. Se sentía tan frustrada, pero debía
hacerlo pues su orgullo estaba en juego.
El tema era las invasiones de España y Portugal a
Centroamérica y Sudamérica. En realidad no era mucho lo que debía estudiar,
pero a ella no le alcanzaba sólo con lo que el profesor les había dado para
estudiar, entonces decidió buscar más información para extender la lección y
cuando el profesor preguntara si alguien quería pasar ella levantaría la mano
con orgullo.
Estuvo toda la tarde buscando, resumiendo y creando lo que
el domingo estudiaría. Eran ya las diez de la noche y debía bajar a cenar y a
ver que había pasado con el auto de su papá y la salida de sus hermanos.
Cuando bajo y vio que sus hermanos no estaban y que su papá
no tenia muy buena cara, supo que sus hermanos habían ganado. El rostro de
Roberto mostraba una gran preocupación y Alma se reía en sus adentros pensando
si se sentía preocupado por sus hijos o por su auto.
- ¿Ya terminaste de estudiar hermosa?- Le dijo Noelia a su
nieta. Se sentía muy orgullosa de que Alma estudiara tanto.
- No abuelita, recién termine de hace la síntesis, mañana
tengo que estudiar todo, pero ya algo me quedó por suerte.- Alma parecía
exhausta.
- ¿pero tanto les dio en una sola semana de clases?- Dijo
María mientras revolvía la comida.
- No mami en un solo día, pero no es sólo lo que nos dio,
es también lo que extendí yo.- Dijo Alma sentándose a la mesa y respirando
profundo.
- ¿Qué? ¿También les hizo expandirlo?- Dijo Roberto
olvidándose por un momento de su indefinida preocupación.
- No pá, eso lo hice yo sola por que quería.- Dijo Alma muy
orgullosa. Sus papás se miraron entre si y movieron la cabeza como diciendo que
no había remedio con esa chica. En cambio su abuela le guiñó un ojo y le
levantó el dedo pulgar en señal de aprobación.
Eso sólo le bastaba a Alma para seguir adelante con eso.
Estaba por empezar a comer cuando vio a su único hermano menor solo y triste en
la mesa. No sabía lo que le sucedía, entonces Alma se animó a preguntarle pues
amaba hacer el rol de hermana mayor.
- Agus, ¿Qué te pasa que estás tan triste?- Preguntó con
compasión y dulzura.
- Nada...- Dijo y suspiró con cara de resignación.
- Mmm... No te creo, yo te veo muy triste- insistió Alma-
Podés confiar en mi, yo siempre voy a estar para ayudarte.
- Bueno, lo que pasa es que me gusta una compañerita de
colegio y no sé que hacer para que sea mi novia- Dijo muy inocentemente. Alma
comenzó a pensar en Eduardo y se dio cuenta de que ella no era la persona
indicada para hablar justo de ese tema, pero recordó lo que ella hizo y se lo
aconsejó.
- Bueno, mirá, lo que podés hacer es acercarte a ella como
amiguitos y de a poco ir conquistándola,
¿Qué te parece?- Dijo esperanzada de que su consejo ayudara a su pequeño
hermano.
- Es una buena idea, lo voy a intentar. Gracias- El dulce
niño abrazó a su hermana mayor y le dio un beso en la mejilla. A Alma le dio
mucha ternura y se lo devolvió. Una de las cosas por las cuales le daba ganas
crecer era justamente los chicos. Quería ser madre y poder aconsejar a sus
hijos así, como lo había hecho con Agustín.
Al otro día, cuando Alma bajó a desayunar, era una hermosa
mañana de domingo, pero debía estudiar Historia. Eso la fastidiaba un poco,
pero faltaba poco para demostrar lo que había hecho. Sus hermanos llegaron
sanos y salvos, al igual que el auto de su papá y los cuatro descansaban
tranquilamente.
Ella se sentó al lado de su abuela, se había preparado un
rico café con leche y se había hecho dos tostadas, una con dulce de leche y
otra con manteca.
Charlaron hasta que el desayuno de Alma se terminó y subió
a su cuarto a ordenarlo. Odiaba el desorden como nadie. Si encontraba algo
fuera de lugar lo ordenaba en el acto, pero lo bueno de ella era que no era
como algunas personas que encuentran algo fuera de lugar y se ponen a gritar
histéricamente sino que ella lo ordenaba y punto pues entendía que no todas las
personas eran ordenadas y lo respetaba.
Cuando estaba terminando de hacer su cama, llamaron por
teléfono y era Rocío. Quería hablar con Alma sobre lo que había pasado en su
casa el Sábado a la mañana, pero no se lo dijo por que sino ella no hubiera
aceptado, entonces le dijo que quería salir un rato a pasear con ella. Alma
estaba encantada con la idea, pero debía estudiar Historia. Le encantaba esta
materia, pero gracias al profesor y al esfuerzo que estaba haciendo la estaba
empezando a odiar. Le tuvo que decir a Rocío que no y le contó lo que estaba
haciendo. Rocío se rió con ganas.
- No puedo creer lo que estás haciendo- Dijo Rocío todavía
riéndose. Ese comentario despertó el interés de Federico que estaba leyendo un
libro en el living y escucho lo que su prima estaba hablando con su mejor
amiga, debía saber todo lo que pudiera de Alma, era como una necesidad que no
sabía como satisfacer sin caer en la obviedad.
- ¿por qué? Yo no voy a dejar que ese viejo nos trate como
nos trató- Dijo Alma todavía enojada por las palabras de aquel bribón.
- Pero no es malo, a mi me hacía reír cuando se hacía el yo
soy mejor que ustedes, dale tiempo y ya vas a ver que te va a terminar cayendo
bien.- Dijo Rocío, mirando que su primo miraba con atención y de repente volvía
a su libro. Federico no entendía nada, solo que hablaban de un chico por que
usaban adjetivos y sustantivos masculinos, pero de quién estarían hablando. Por
el último comentario de su prima llego a pensar que era él <> , ¿sería que a Alma no le
había caído bien por el tema del beso? ¿Sería que había hecho algo mal sin
darse cuenta que a ella no le gusto? O quizás era tan mala como para inventar
algo de él para que Rocío se enoje con él, todo era una posibilidad pues ya
nada le extrañaba de una mujer. No quiso escuchar más y se fue a su cuarto.
- Nunca, es un ser de lo más despreciable. No puede tratar
a los alumnos así- dijo Alma cada vez más enojada.
- Lo que pasa es que te lo tomás muy en serio. Si no le
dieras bolilla no te molestaría y de seguro sacarías buenas notas igual, por
que quien sabe como va a reaccionar si llegas a ir mañana con más información
de la que él dio.- Dijo Rocío un poco preocupada, pero más que preocupada ella
quería preocupar a Alma para que parara con toda esa locura.
- No me importa por que le quiero demostrar que doy más de
lo que él cree- Dijo Alma muy orgullosa.
- Está bien, pero aunque sea no querés ayudarme a estudiar Historia
por que hay cosas que no me quedan claras- Dijo Rocío como una excusa, tenía
que saber a toda costa que pasaba con su primo y no podía esperar hasta el otro
día.
- Bueno, dale, pero primero esperá que me aprenda lo que no
hay que estudiar así estudiamos juntas lo otro, ¿te parece a las cuatro?
- A las cuatro me parece bárbaro, te espero.- Dijo Rocío
muy entusiasmada. Federico escuchó esta última parte y no pudo evitar
preguntar, pero con una actitud de poca importancia.
- ¿A quién esperás a las cuatro?- Dijo Federico sabiendo
que era Alma, pero debía saber algo más sobre el tema.
- A Alma que viene a estudiar Historia conmigo por que hay
cosas que no entiendo.- Dijo Rocío acomodando algunas cosas- Debo ir a ordenar
mi cuarto para que cuando venga Alma esté todo ordenado, ella odia el desorden.
Bingo, algo logró saber de ella, odia el desorden. En eso
eran muy opuestos, a él le importaba un comino el orden y odiaba que la gente
tratara de ordenar sus cosas, por que él tenía su orden dentro del desorden.
También sabía que vendría a las cuatro, él tenía una pregunta que hacerle,
todavía no entendía por qué Alma se había ido así y por qué por teléfono había
dicho que era malo. Él ya daba por sentado que era de él de quien hablaban.
Alma termino de ordenar su cuarto e inmediatamente sacó los
apuntes que había hecho el día anterior y empezó a estudiarlos. Se encontró
sorprendida al darse cuenta de que aún recordaba lo que había resumido el día
anterior por lo que le costó menos estudiar esa parte y terminó antes de lo que
había esperado. Un vez que estuvo segura de recordar todo lo que el profesor no
había enseñado y de entenderlo a la perfección, repasó una cuatas veces lo que
él si había explicado y en lo que la tenía que ayudar a Rocío.
Ya eran las tres y media cuando terminó de vestirse,
peinarse y arreglarse. No era una chica de mucho maquillaje, en realidad sólo
lo usaba en ocasiones especiales pues le gustaba su aspecto normal, así que se
limitó a ponerse unos aros que combinaban, atarse el pelo en una cola de
caballo alta y marcharse a lo de Rocío.
En el trayecto se sentía muy inquieta. Aunque no quería
admitirlo sabía exactamente por qué era, mejor dicho por quién. No sabía como
iba a mirar a los ojos al temible, inquietante y frío primo de Rocío, aunque
ella sabía que era tierno, dulce y cálido. Algo en su corazón había cambiado
desde que había conocido a ese chico, pero no sabía qué. El día que lo conoció
no le había parecido la gran cosa, pero a medida que sabía más de él, que sabía
lo dulce que escribía, lo bonito que besaba, lo apasionado que era en la
escritura, en lo que en realidad amaba, se fue dando cuenta de que era un
diamante en bruto que por alguna razón se escondía tras una pared de hielo, la
cual ella había podido traspasar y comprobar lo que había detrás de ella. Pero
quería saber más, no por nada en especial, sólo por curiosidad, quería ser su
amiga.
Cuando despertó de sus pensamientos se dio cuenta de que se
había pasado la casa de Rocío una cuadra, así que tuvo que retroceder. Tocó el
timbre y sonrió amablemente con toda sus sonrisa mostrando sus tiernos brackets
y quien abrió la puerta con una mirada rígida y fría hizo borrar la hermosa
sonrisa. Era él, era Federico. Alma se sentía un poco avergonzada por que la
última vez no lo había saludado al irse, esta vez no iba poder evitar
saludarlo.
- Ho... Hola ¿Cómo estás?- Dijo Alma levantando la mirada
bajo su flequillo recto y aniñado.
- Bien ¿y vos?- Dijo Federico con tanta frialdad que a Alma
le dolió.
- Bien, gracias. Yo... yo te quería pedir disculpas por no
haberte saludado ayer a la mañana.- Dijo bajando la mirada, muy avergonzada. De
verdad lo sentía. A Federico se le hizo un nudo en el medio del pecho, tenía
ganas de abrazarla muy fuerte y reírse de lo dulce y tierna que era, pero en vez de eso sólo dijo:
- No me importa, tampoco dejé de dormir por que vos no me
saludaste- Fue un poco grosero y a Alma no le gustó.
- No me trates así, yo te estaba pidiendo disculpas y vos
me contestás así tan groseramente. Yo quería hacer las paces, pero se ve que
con alguien como vos, un completo maleducado eso no se puede.- Dijo muy
enojada, su mirada era muy distinta a la de hacía un momento, era más fogosa, más
desafiantes y eso hizo que a Federico le gustara más, quizás se le había ido la
mano, pero ella había sido la que se levantó corriendo la noche del viernes y
la que lo había difamado por teléfono con su prima- Y por favor dejame pasar
que Rocío me espera.
Federico se corrió de la puerta y vio como Alma pasaba con
la cabeza en alto por al lado suyo y pudo sentir su perfume y por poco se
derrite ahí mismo aunque por suerte esa sensación no lo dejó en evidencia con
Alma pues estaba tan ofendida que subió rápidamente las escaleras y entró en el
cuarto de Rocío.
Alma entró refunfuñando y Rocío la miraba con una carcajada
en los labios.
- ¿Qué te pasa?- Le dijo riéndose.
- El maleducado de tu primo me pasa- Dijo Alma todavía
ofendida.
- Ah, yo sabía que algo te pasaba con mi primo- Dijo Rocío
jugando con lo que ella había dicho, pero lo que vio en Alma no fue una
contestación grosera ni nada por el estilo, sino que fue un silencio y una
mueca de confusión en el rostro de Alma que rápidamente miró hacia fuera y de
nuevo hacia Rocío.
- ¿Será?- Dijo Alma pensando en lo que le había dicho Rocío
que aunque sabía que era una broma, esa incertidumbre no la dejaba en paz.
- ¿Te pasa algo con mi primo?- Dijo Rocío sorprendida, pero
contenta. Ella sólo quería que se llevaran bien, que fueran amigos, pero si se
podía más mejor.
- NO, va, no sé. Ay estoy muy confundida Rochi- Dijo Alma
mientras dejaba la mochila arriba de la silla y se sentaba en la cama de su
mejor amiga y confidente.- No entiendo lo que mi cabeza piensa por que mi
corazón siempre fue y será de Eduardo, vos lo sabés mejor que nadie. El viernes
después de un año de lucha logré algo con él y de repente, puff aparece tu
primo y tu genial idea- Dijo sarcásticamente- de que lo besara.
- Si Alma, todo lo que quieras, pero si cuando te besó mi
primo sentiste algo no fue por mi genial idea de que lo besaras sino que fue
por que ya sentías algo de antes- Dijo Rocío con una mirada como buscando la
verdad y, a la vez, tratando de defenderse.
- No sé, no sé nada. Lo único que sé es que no quiero
sentir eso por tu primo por que no me cae bien- Y se quedó en silencio y de
repente sonrió- Por un lado.
- Ahí esta, ¡Ves!, yo sabía. Es esa risita tonta de “Ahí
pasó Eduardo”- Dijo Rocío apuntándola con el dedo índice.
- No, no mentira. Esa risita es sólo de Eduardo.- Dijo Alma
sacando la sonrisa y tratando de sacar esa idea de la cabeza.
- Pero no es Eduardo acá la cuestión sino la risita boba,
algo te pasa con mi primo.- Dijo Rocío muy satisfecha y cruzándose de brazos.
- Bueno, pero lo importantes ahora que ya sabemos que
supuestamente algo me pasa con el témpano ese- Dijo Alma todavía sin
convencerse de que le pasaban cosas con él- es quitármelo de la cabeza para que
Eduardo tenga una vez más todo el espacio libre y podamos ser felices los dos
juntos. Antes de hacer y de pensar en todas esas pavadas, mejor estudiemos Historia
que la lección es mañana y hay mucho que estudiar.
Las chicas empezaron a leer los apuntes y Alma le explicó
con paciencia y de manera fácil todo lo que había sucedido en aquella época que
estudiaban. En realidad, Rocío había invitado a Alma a su casa para preguntarle
acerca de lo que había pasado con su primo, pero como eso ya había quedado
resuelto no le quedó otra que empezar a estudiar. A Rocío no le costaba, pero
después de la explicación de Alma le quedaron las cosas mucho más claras.
Federico estaba en la habitación conjunta y mientras
escribía escuchaba como Alma le explicaba a su prima y se le iluminaba el
corazón. Era una chica muy inteligente y se veía que amaba la historia. Se
sentía mal de haberla tratado mal cuando le abrió la puerta y necesitaba
pedirle disculpas, pero no podía, ella era la que había empezado. Entonces
decidió ir a buscar algo para comer.
En el mismo instante en el que Federico estaba por bajar a
la cocina, Alma salió en busca del baño, se tropezó con él y se cayó al piso.
- Perdón- Dijo él y la ayudó a levantarse. Ese perdón era
por todo lo que había hecho, pero no pensaba explicárselo. Tocar su suave,
delicada y pequeña mano le dejó una sensación en la suya, y lo mismo le pasó a
Alma a tocar la de él.
- No importa, estoy bien. Gracias- Dijo Alma sonriendo. En
esos momentos no le disgustaba Federico por que era dulce y caballero.
- No, ¿por qué? ¿Por
ayudarte a levantarte?- Dijo devolviéndole la sonrisa. Alma no podía creer lo
que sus ojos veían.
- No sólo por eso- Le dijo Alma bajando la mirada- Por lo
del viernes también, me sentí muy mal por no haberte agradecido el sacrificio
que hiciste sin conocerme.
- Bueno, tampoco fue un sacrificio- Dijo sin darse cuenta y
Alma lo miró sorprendida. Sin querer, se había puesto en evidencia e
instintivamente cambió de tema- Que bien explicás Historia, se ve que te gusta.
- Si, mucho, gracias- Dijo devuelta. Se empezaba a dar
cuenta de que no era tan malo.
- Deberías dedicarte a eso- Dijo tratando de extender la
conversación que parecía que llegaría a su fin en cualquier momento y él no
quería, quería seguir sabiendo de ella, quería saberlo todo.
- En realidad quiero dedicarme a ser profesora, pero
todavía no me decido de qué. Historia es una de las más posibles- Dijo
sonriendo y él triunfal de haber dado en la tecla y de saber un poco más de
ella.
- Bueno, entonces ya sabés que por lo menos una persona
piensa que tenés futuro con ella- Dijo Federico, le gustaba halagarla aunque
quedara en evidencia, quería ser su amigo aunque sea.
- Gracias, lo voy a tener en cuenta- Sonrío- Si me
disculpás, tengo que ir al baño.
- Si, entiendo- Dijo embobado sin darse cuenta de que le
obstruía el camino y despertó de repente y la dejó pasar. Otra vez volvió a
sentir su perfume, pero esta vez en vez de pasar furiosa pasó contenta y eso le
gustó más, se la veía angelical, dulce, frágil. Despertó de repente una vez más
y bajó a la cocina.
Rocío había visto la escena desde que escuchó que alguien
se había caído. Notó que había química entre ellos, sólo faltaba un pequeño
empujoncito, pero deberían hacerlo ellos, sino todo podría arruinarse.
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