Y por fin el gran día llegó. Después de un fin de semana de
mucho estudiar, llegó el lunes. Alma se levanto más temprano de lo habitual
para repasar una vez más su lección de Historia y luego bajó a desayunar.
Fue un desayuno tranquilo, lo único distinto era que
Micaela estaba más contenta que la mayoría de las veces, pero luego lo
averiguaría en el camino por que todavía repetía en su cabeza aquella lección
que, sabía, nunca la olvidaría en toda su vida.
Mientras se preparaban para salir hacia el colegio, Alma no
podía dejar de pensar en lo agradable que había sido la conversación que había
tenido con Federico, pero a la vez, otro rincón de su ser pensaba en Eduardo y
en que hoy lo volvería a ver. No sabía que pensamiento ocupaba más espacio en
su cabeza, ni cual era más fuerte, pero había uno que quería desechar desde el
viernes a la noche.
Una vez que estuvo lista, supo que tendría que esperar un
rato más a sus hermanas, pero no, una de ellas, Micaela, ya estaba en la puerta
cuando ella bajó. Le sorprendió la actitud de su hermana y la curiosidad ya la
estaba matando así que se atrevió a preguntar:
- Mica, ¿Qué te pasa que estás tan contenta y puntual?-
Dijo con una gran sonrisa compradora.
- Mmm... No sé si contarte, en realidad no es de tu
incumbencia- Le dijo haciéndose la interesante, pero era tanta la felicidad que
tenía que no lo podía ocultar más- Bueno te cuento por que vos siempre me
contaste. Resulta que el sábado, cuando fuimos a bailar, en el boliche estaba
Tomás, tu supuesto futuro cuñado y pasó algo que todavía no puedo creer.
- ¿Qué?- Dijo Alma muy interesada.
- Resulta que estábamos bailando con Lau y viene de atrás y
me toca el hombro. Yo me di vuelta y me di cuenta de que era Tomás. Me re sorprendió
porque, desde aquella vez que parecía que iba todo viento en popa con él y era
sólo porque estaba apostando de que podía salir con dos chicas al mismo tiempo,
yo no le dirigí más la palabra salvo lo totalmente esencial. Bueno lo
importante es que me pidió perdón y me dijo que se arrepintió mucho de haberme
hecho eso y que hacia un tiempo que estuvo pensando en mi de una manera
distinta.- Dijo Micaela saltando de emoción y tomando las manos de Alma entre
las suyas.
- ¿Y vos le vas a creer así nada más?- Le dijo Alma un poco
preocupada.
- Mmm... No, al principio pensé lo mismo que estás pensando
vos, pero después el me dijo que si no lo quería perdonar ni creer que me
entendía, pero que de verdad quería salir conmigo a pasear este fin de semana
que viene.
- ¿Y qué le vas a contestar?- Dijo Alma ya más creyente de
las palabras de Tomás.
- Creo que le voy a decir que si. Por eso estoy emocionada
de ir al cole, por que me dijo que en el cole arreglábamos bien el tema.
- Fabuloso. Quizás a mi se me da con Eduardo.
- ¿Por qué? ¿Pasó algo que no sé?
- Si, me animé a hablar con él y como que hay un poco de
onda, no sé bien, quizás es una cosa de un día, por eso yo también estoy
emocionada de ir al colegio- Era eso y la lección de Historia.
Siguieron conversando un rato más de hermana a hermana
hasta que por fin bajó Laura y partieron al colegio.
Ambas estaban muy ilusionadas y Laura no entendía nada de
lo que sucedía. Sabía lo de Micaela a grandes rasgos, pero no todo
completamente, y de lo de Alma no sabía nada.
Cuando Alma llegó al colegio por separado de sus hermanas,
como siempre, estaban Rocío y Federico. Alma los reconoció instantáneamente y
sonrió.
- Hola, ¿Cómo están?- Alma saludó en general primero y
luego a cada uno con un beso por que sabía que si tenía que saludarlos por
separado, al hablar con Federico se iba a poner nerviosa y no le iban a salir
las palabras.
- Bien, un poco nerviosa por la lección de Historia.- Dijo
Rocío en quien la cara de nerviosismo se reconocía inmediatamente.
- No entiendo por qué te ponés nerviosa si estudiaste ayer
con Alma y después te la pasaste repasando, además yo te tomé la lección tres
veces y te lo sabías bien- Dijo Federico un poco irritado por el nerviosismo
innecesario de su prima. Luego cambió la cara y le preguntó a Alma con
simpatía, lo que la sorprendió bastante- Vos maestra, ¿Estás nerviosa?
Alma se quedó estática por lo simpático que fue. Entonces
se dio vuelta y con una gran sonrisa, que salió desde lo profundo de su corazón
le dijo:
- La verdad no, porque la tengo como tatuada en el cerebro-
Y se rió dulcemente, lo que hizo que a
Federico le diera un vuelco el corazón por aquella dulzura que
transmitía.
Se quedaron los tres conversando un rato de esto, de
aquello y parecía que los tres eran amigos de toda la vida. Ya no se sentía una
atmósfera tensa entre ellos, todo lo contrario, era una atmósfera cálida y
contagiosa, pero nada dura mucho. Estaban conversando sobre un juego que había
salido nuevo cuando subió las escaleras de la puerta del colegio Eduardo y Alma
no pudo evitar mirarlo. Fue un instante solamente, pero fue tan fuerte que ni
siquiera escuchó lo que Federico había dicho y le tuvo que pedir que se lo
repitiera, lo que hizo que se sintiera muy avergonzada.
Cuando Eduardo la vio, le sonrió y la saludó con un beso en
la mejilla, lo que hizo que ella sonriera tontamente y que Federico hirviera de
rabia.
- Hola Alma, ¿Cómo estás? ¿Ya estás mejor del golpe?- Le
dijo simpáticamente Eduardo.
- Si- Rió Alma- Ya no me duele.
- ¿Podrías venir un momento que te quiero preguntar algo?-
Le dijo a Alma y ella pensó que se iba a morir.
- Claro- Le dijo a Eduardo- Chicos discúlpenme un minuto-
Le dijo a Rocío y a Federico quien sonrió por amabilidad, pero apenas podía
contener la rabia.
- ¿Quién es ese chabón?- Dijo a su prima con el ceño
fruncido mirándola a Alma.
- ¿Cómo te explico?- Dijo Rocío sabiendo que eso echaría a
perder lo que había entre ellos.- Bueno, ese chico es el chico por el que te
preguntamos el viernes a la tarde en mi casa. Él es el chico del cual Alma está
enamorada y desde el viernes que se empezaron a hablar. Yo no pensé que hoy le
hablaría devuelta.
- Así que era verdad- Dijo Federico entre dientes.
La miraba fijo y con una mirada entre triste y enojado.
Veía que Alma sonreía cada vez más. Le sonría a ese chico, con esa sonrisa
dulce, irresistible y pura, y a él no. En eso vio que ella asentía muy rápido y
sonriendo más todavía. Y ahí ella volvió con ellos. Él trató de cambiar la
cara, pero lo único que pudo hacer fue volver a su mirada fría e indiferente.
- Rochi, ¡me pidió que saliéramos el sábado a la tarde con
mi hermana y su hermano! ¿No es lo mejor?- Dijo Alma saltando de alegría y
luego miró a Federico que la miraba con tristeza y desilusión- ¿Te pasa algo
Fede?- le preguntó preocupada.
- No, no me pasa nada y no me digas Fede, soy Federico- Le
dijo muy serio, luego se dirigió a su prima- Me voy, se me hace tarde.
- Está bien, entiendo- Le dijo Rocío entendiéndolo todo,
más de lo que él se imaginaba. Tendría que hablar con su primo esa tarde, había
varias cosas que aclarar.
Federico se fue y Alma se quedó media preocupada.
- Rocío ¿Qué le pasó a tu primo que en un momento es re
simpático y en otro se volvió grosero devuelta?- Alma no entendía nada, era muy
ingenua.
- Nada, él es así. Cualquier cosa lo pone de mal humor,
pero vos también deberías darte cuenta de varias cosas.
Alma no había entendido a que se refería Rocío, pero
tampoco le dio demasiada importancia pues le habían empezado a entrar los
nervios por la lección de Historia y estaba emocionada por la cita con Eduardo.
Quería ir a contárselo a su hermana, pero ya era tarde y a ellas no les gustaba
que las vieran con ella porque Alma no era tan popular como sus hermanas, pero
estaba segura que luego se enteraría y que no le molestaría, o eso esperaba
ella.
Entraron al salón de clases y en la primera hora del lunes
debían tener Literatura en donde estaban leyendo un libro muy interesante que a
Alma la había cautivado, su título era "Dr. Jeckly y Mr. Hyde", era
un libro muy conocido sobre un hombre que quiso sacar su parte mala de su ser y
poco a poco esa parte mala salía a hacer desastres y luego volvía a ser él. Más
o menos así veía Alma a Federico. Por momentos era dulce, simpático y sensible,
como el Dr. Jeckly, y en otros era frío, distante, antipático, como Mr. Hyde.
Todos estaban sentados esperando a la profesora de
Literatura cuando al aula entró el temible profesor de Historia. Entró, los
miró a todos y dijo:
- De pié- Todos se
levantaron de sus asientos. Alma era una chica muy respetuosa, siempre se
levantaba cuando venía algún profesor, pero con este no tenía muchas ganas de
levantarse por la manera en la que se lo pedía- Buenos días Alumnos.
- Buenos días Profesor- Dijeron todos al unísono. Parecía
un ejército más que un salón de clases. Todos formaditos en fila, y hablando al
mismo tiempo. Faltaba que respondieran "Si, señor" para confundir
aquella institución educativa con un campo de concentración.
- Tomen asiento- Dijo esta vez y todos respondieron
sentándose en sus asientos mientras él marcaba la clave en su portafolio y
sacaba los apuntes del día de la fecha.- Muy bien alumnos, hoy tenían lección
oral ¿Hay algún voluntario?, pero no sé para que pregunto si en mi vida de
profesor ha habido un alumno que se ofreciera- Se río engreídamente, pero dejó
de hacerlo cuando vio una mano levantada.
- Yo- Dijo Alma muy segura de si misma, no vaciló ni mostró
inseguridad ni miedo en su voz- Yo me ofrezco profesor.
- Señorita Rodríguez, me parece muy bien. La verdad que no
deja de sorprenderme. Muy bien pase al frente.
Alma se levantó de su asiento, se paró firme a lado del
escritorio donde estaba el profesor, se levantó las medias y con voz fuerte y
clara comenzó a dar la lección del día. El profesor asentía al ver que
explicaba tan bien los temas, pero empezó a extrañarse de los contenidos de
Alma cuando empezó a explicar todo lo que ella había averiguado, pero no quiso
interrumpirla porque lo estaba haciendo estupendamente. Una vez que terminó de
dar la lección del día y un poco más, el profesor fue quien comenzó a hablar.
- Muy bien, se merece el diez que le voy a poner, pero hay
algo que no entiendo- dijo mientras escribía la nota en su cuaderno.
- ¿Qué?- preguntó Alma sabiendo lo que venía.
- Hasta cierto punto fue el tema que yo di el viernes, pero
luego comenzó a explicar cosas que yo todavía no expliqué o que quizás no iba a
explicar ¿Por qué?- Dijo con una mirada divertida que Alma jamás pensó ver en
el rostro rígido de aquel hombre.
- Bueno, lo que pasa es que usted el viernes sí dejó muy
claro que nosotros somos un grupo de ignorantes y yo no estuve ni estoy de acuerdo
con esa opinión sobre mí, yo sé que soy una chica muy capaz y con ganas de
aprender, por eso decidí expandir el tema del día y dar la lección oral para
que se diera cuenta que no todos somos ignorantes, que el ignorante es usted,
porque es usted el que ignora- haciendo hincapié en esta palabra para que
supiera a que se refería- la capacidad de sus alumnos.
El profesor asentía a todo lo que ella decía. Cada vez más
le hacía acordar a alguien de su pasado y no podía dejar de sentir simpatía por
ella, pero no iba a permitir que le dijera ignorante ni que se sintiera
superior a él en ningún momento.
- Así que yo ignoré su capacidad, mil disculpas señorita
Rodríguez- Dijo en tono burlón- Ya que usted tiene esa gran capacidad de
estudio, va a dar un resumen oral de la clase anterior todas la clases. Así no
me voy a olvidar de su gran capacidad. Cuando a fin de año haya logrado dar
todas las lecciones del día con notas mayores de ocho, yo voy a admitir delante
de este curso que usted es una persona inteligente, mientras tanto la voy a
seguir tratando de “ignorante” como usted dice.
A Alma no la asustó en lo absoluto, ni tampoco se iba a
dejar vencer. Ella le demostraría que no se iba a desmoronar nunca ante él.
- Está bien, no tengo ningún problema. ¿Me puedo ir a
sentar?- Le dijo con la cabeza en alto y muy orgullosa de lo que había hecho y
de lo que iba a hacer todas las clases.
- Vaya- Dijo y se paró detrás de ella para empezar a dar la
clase.
Lo que más orgullo le dio a Alma fue que cuando el profesor
comenzó a dar la clase dijo "Como la señorita Rodríguez bien dijo
recién..."
El profesor siguió dando la clase hasta que tocó el timbre.
Como siempre los chicos se entusiasman por salir de la clase y encontró el
castigo perfecto para Alma por haberlo tratado así. Cuando ella se estaba
levantando para irse a su casa el profesor la llamó en voz alta.
- Rodríguez, usted no se va todavía. De ahora en más por su
actitud altanera va a ser la encargada de borrar el pizarrón cuando termine mi
clase y de llevarle el libro de temas a la preceptora.
- Pero me tengo...- dijo Alma interrumpida por el profesor.
- Sin peros- Dijo muy serio una vez más.
Alma se tragó su orgullo por el simple hecho de no darle el
gusto de que le pusieran una sanción disciplinaria. Borró el pizarrón en
silencio y una vez que el profesor copió en su agenda lo que había escrito en
el libro de temas, Alma se lo llevó a la preceptora sin decir ni intercambiar
ninguna palabra.
Luego de la clase de historia, Alma tenía ganas de
encontrarse con su querido Eduardo, pero, a la vez, tenía un poco de vergüenza
por que no entendía sus sentimientos. ¿Sería que su gran sueño se haría
realidad? ¿Sería que por fin, después de tres años, Eduardo se había enamorado
de ella con tan solo conocerla o por lo menos gustaba de ella? Eso lo
averiguaría luego, quizás con el tiempo, pero ahora debía hacer mérito para que
ese pequeño sentimiento en el corazón de Eduardo creciera.
- Alma. Al final te salió medio mal y medio bien el plan-
Dijo Rocío riendo.
- No te creas, yo estoy muy satisfecha con los resultados
que obtuve.
- No puedo creer que sigas con esta locura, pero allá vos,
si te querés pasar la vida estudiando Historia.- Dijo un poco resignada y un
poco preocupada.
- Andá a saber, quien dice que le termino haciendo caso a
tu primo y me convierto en profesora de Historia ¿No?- Dijo divertida y luego
rió.
- Si, claro, claro. Una cosa quiero saber ahora que lo
nombraste a mi primo.- Dijo con una mirada un poco inquisitiva.
- ¿Qué?- Dijo Alma nerviosa. El hablar de Federico más
aquella mirada de Rocío le daba un poco de miedo.
- ¿Qué va a pasar con el tema de mi primo? ¿Va a quedar en
la nada?- Dijo un poco desilusionada, mientras ambas se dirigían al quiosco a
comprar alguna golosina para entretener al estómago un rato.
- Rochi, vos sabés que con tu primo no sé lo que me pasa y
que si me pasara algo sólo quiero pensar en Eduardo, aparte tu primo cambia de
humor como si nada, en un momento me trataba re simpático y en otro me trató re
frío, como al principio.- Eso le había extrañado mucho. La verdad era que a
Alma le gustaba cada vez más ese Federico que podía descubrir poco a poco, pero
cuando volvió a comportarse frío e irrespetuoso, sintió que todo fue una
ilusión suya que nunca había pasado.
- Lo que pasa es que hay cosas que saltan a la vista, pero
vos sos media ciega. A veces creo que más que aparatos vos necesitas anteojos-
Dijo un poco resignada de la ingenuidad de su amiga.
- ¿Por qué lo decís?- Rocío le había repetido una vez más
aquello que ella no lograba comprender- Ay Rochi no entiendo. Tirame una pista.
- Bueno, a ver. ¿Cuándo mi primo cambió la cara y te trató
diferente hoy antes de entrar al colegio?
Alma pensó, pensó y consiguió una respuesta.
- Yo los estuve mirando de reojo cuando hablaba con
Eduardo, para ver que cara ponías vos, y cuando lo miraba a Federico su mirada
se iba haciendo más fría cada vez y cuando volví con ustedes me trato mal.
- ¿Y eso no te dice nada?- Dijo Rocío tratando de que Alma
se diera cuenta de las cosas, pero no lo lograba.
- Mmm... No, quizás...- Dijo pensando. A Rocío se le
iluminó la cara creyendo que su amiga por fin lo había descifrado- A Federico
no le cayó bien Eduardo y por eso lo miraba así y como tenía mucha bronca
después me trató mal a mi.
Su sonrisa de esperanza se convirtió en una expresión de
desilusión.
- Bueno, más o menos. Tampoco estás tan errada.
Mientras las chicas estaban en el colegio, Federico iba a
la universidad. No estaba muy concentrado, pensaba mucho en Alma. No entendía
qué clase de chica era, no sabía si confiar en ella o no pues la última vez que
confió en una chica se juró jamás hacerlo por más inocente que pareciera.
Mientras pensaba en eso recordó algo de aquella conversación con Alma en su
habitación << Mi corazón tiene
dueño.
- A sí, ¿y quién es
el dueño de tu corazón?
- No es de tu
incumbencia, pero te lo voy a decir para que te convenzas de que no te estoy
mintiendo. Su nombre es Eduardo, es inteligente, sensible, muy lindo y creo que
tengo oportunidad de estar con él. >>
Eso significaba que Alma no había mentido y por lo que
había visto ese día, no estaba muy alejada de la realidad al pensar que tenía
una oportunidad con él. Federico se sintió triste, con mucha bronca y no estaba
dispuesto a perder a Alma, tendría que hacer algo para no perderla, pero qué.
Salió de la facultad y una idea vino a su mente, pero
necesitaría mucha ayuda.
Esa tarde cuando las chicas salieron del colegio, él fue a
esperarlas a la puerta y vio como Alma conversaba con aquel chico. Sin
conocerlo lo detestaba a muerte, parecía tan perfectito, tan carismático y
amigable, tan distinto a él. ¿Sería que a Alma le gustaban los chicos como
Eduardo? Si así era, él estaba perdido. No volvería a cambiar por alguien, no
pensaba hacer ningún esfuerzo por más que se muriera sin ella, pero no quería
que una vez más una mujer manipulara su vida.
Alma lo vio y de repente dejó de sonreír, recordó la
conversación que había tenido con Rocío y por alguna razón no quería que
Federico se enojara con ella.
- Alma, ¿te pasa algo?- le dijo Eduardo tocándole el hombro
y ella como que se derritió.
- No, pero tengo que hacer algo ¿si?, nos vemos mañana- le
dijo sonriéndole.
- Bueno, mañana nos vemos- Le dijo y le besó la mejilla.
Alma estaba como en un sueño.
Federico vio todo y sentía que le hervía la sangre.
Alma fue corriendo a alcanzar a Rocío, que iba un poco más
adelante, para poder ir juntas a saludar a Federico. Alma no se animaba ni loca
a saludarlo sola y menos corriendo, aunque ese fue el primer impulso que sintió
cuando empezó a correr.
- Hola Federico ¿Cómo estás?- Dijo Alma sonriendo. De
verdad quería arreglar las cosas con él.
- Bien, excelente ¿Y vos?- Le dijo amablemente. Esa no era
su idea cuando la vio, pero al escuchar su dulce saludo no pudo dejar de serlo.
- ¡Qué bueno!, hoy me quedé medio mal cuando te fuiste un
poco enojado porque no supe que te pasaba- Le dijo tan expresiva y dulcemente
como su rostro lo reflejaba. A Federico le dio el corazón un vuelco.
- No, no me pasó nada, lo que pasa es que vi algo que me
disgustó y yo con tan sólo ver algo que no me gusta me amargo.- Empezaron a
caminar. Sin darse cuenta caminaban juntos y Rocío detrás sola. No le molestaba
en absoluto, al contrario, estaba contenta de lo que veía.
- y... ¿puedo saber que fue lo que te molestó? Pero quiero
que seas totalmente sincero conmigo, así como siempre lo fui yo con vos- le
dijo esperando que él le respondiera lo que esperaba.
- Ese chico- Dijo Federico, pero no quiso decírselo así que
utilizó su confesión como un desvío- ¿Es tu novio?
- No- Dijo Alma esperando que él le contestara, aunque
había entendido a la perfección que lo que había pensado con Rocío era verdad-
No, sólo somos amigos.
- Por ahora- Dijo Rocío. Tarde o temprano Alma debería
hablarle de él y lo mejor sería enfrentar las cosas de una sola vez. También
sabía que Federico sabía quien era Eduardo, pero odiaba las mentiras así que
mejor sería que Alma no metiera la pata.
- Si, por ahora- Dijo Alma queriendo fulminar con la mirada
a Rocío.
- Así que él es el dueño de tu corazón, Eduardo- Dijo
Federico sin mirarla a los ojos, pues sabía que si la miraba, Alma se daría
cuenta de que lo dijo con tristeza.
- Si- Dijo Alma sorprendida- ¿Te acordaste de eso?- No
podía creer que todavía recordara un detalle menor de aquel viernes a la noche.
- Yo me acuerdo de todo lo que pasó aquella noche- Le dijo
con una mirada lasciva que hizo que Alma se sonrojara.- Bueno, entonces
contame, ¿Vas a salir con él?- Le dijo con todo el dolor del mundo.
- Si- Dijo un poco avergonzada, sentía que lo estaba
traicionando, pero ¿Por qué?
- Me parece muy bien, aunque creo que con él te aburrirías
como un hongo, ¿A dónde te podría llevar? ¿A la biblioteca?- Rió Federico, pero
dejó de hacerlo cuando vio que Alma no lo hacía.
- ¡Perdón! Pero Eduardo es de lo más divertido.- Dijo Alma
un poco ofendida.
- Bueno, disculpame, no fue mi intención ofenderte- Dijo
Federico desde el fondo de su corazón y tanto Alma con Rocío se sorprendieron
mucho.
- No hay problema- Dijo cuando se dio cuenta que en esa
esquina debía doblar para ir a su casa- Bueno, acá nos separamos- Dijo a ambos.
Le dio un beso en la mejilla a cada uno y se fue muy contenta a su casa. Debía
preparar el oral del viernes y arreglar todo con su hermana para la cita del
sábado.
Rocío y Federico siguieron su camino hacia su hogar. Rocío
quería preguntarle qué le sucedía con Alma, pero no podía preguntárselo
directamente, sino la evadiría como hizo con Alma al hablar de Eduardo.
Al día siguiente, se volvieron a encontrar Alma y Rocío en
la puerta del colegio, pero Federico no estaba con ellas. Él no quería ver a
Alma, no quería hacerla enojar y sabía que si iba a verla y la veía con Eduardo
no iba a controlar sus celos.
Aguantó todo el día sin verla, pero quiso ir a buscarla.
Cuando llegó al colegio las chicas estaban saliendo, pero lo que vio no le
gustó. Alma volvió a salir con Eduardo y esta vez él la estaba acariciando.
Alma se quedó estupefacta con aquella caricia. Nunca en su
vida pensó sentir una caricia del propio Eduardo. Sentir sus palma cálida sobre
su piel, era algo mágico, se sentías perdida en otro mundo. Además también le
había dicho que era bonita e inteligente. Era uno de esos momentos que jamás se
olvidan de lo lindos que son, hasta que lo vio...
Federico estaba en el final de las escaleras del colegio
hablando con Rocío y mirándola de reojo. Alma se sonrojó y sintió mucha
vergüenza y culpa, pero ¿por qué? De repente no sintió ganas de estar en ese
momento con Eduardo, no podía estar cómoda entre sus caricias y halagos si
Federico la estaba mirando. Decidió despedirse de Eduardo porque no quería
sentir más esa presión en el medio del pecho que no le permitía mirar a
Federico a los ojos, a sus hermosos ojos. No entendía bien por qué, ya que ella
no era nada de Federico salvo la mejor amiga de la prima, pero quizás era por
la confusión que sentía. No era justo, ella había esperado mucho tiempo por
esos momentos con Eduardo como para que llegue un chico de la nada y le arruine
aquellos momentos justo cuando empiezan a ocurrir. Igual, no se preocupaba
tanto porque estaba cien por ciento segura de que después de la cita del
sábado, Federico ya no estaría más en su corazón y podría disfrutar libremente
de todos los halagos y caricias que Eduardo le quisiera brindar.
Alma bajó las escaleras y se dirigió a donde estaban Rocío
y Federico. No sabía por qué pero debía hablar con él, necesitaba saber por qué
no había venido a la mañana.
- Hola Fede, ¿Cómo estás?- Dijo Alma siempre muy sonriente.
- Bien, nada nuevo. ¿Vos? Se te veía muy contenta ahí con
el chicos este que te gusta- Eso fue como una puñalada en el medio del pecho
para Alma. Federico le hablaba de una manera indiferente, pero a la vez de una
forma muy directa.
- Se llama Eduardo y sí, es muy cariñoso.- Dijo Alma
sintiendo un poco de enojo. Él la trataba de esa manera sin razón alguna y eso
le daba mucha bronca
- Ah, cierto, disculpame. No quise ofenderte- Le dijo de
manera sarcástica.
- Pero Federico ¿Qué te pasa? ¿Estás bien de la cabeza?
¿Sufrís de personalidad bipolar o algo por el estilo?- Le dijo Alma entre
preocupada y mayormente enojada.
- No, ¿Por qué lo decís?- Contestó Federico serio.
- Porque según como te levantás me tratás bien o mal. Ayer
terminamos el día más o menos y ahora me tratás de una manera muy fea y no
sé por qué y me gustaría saberlo.
En ese momento Federico se acordó la razón de su visita,
era para verla por que no podía aguantar más, pero estaba empeorando las cosas.
No podía evitar sentir celos al verla con ese tarado de Eduardo, ese sentir era
más fuerte que él y por más que ahora se arrepintiera de su error, nunca sería
capaz de dar el brazo a torcer. El no perdería su orgullo por una mujer nunca
más.
- Mirá, me parece que vos ves cosas que no existen. Yo nunca
cambié mi manera de ser, te habrá parecido a vos, que querés que te diga.- Lo
dijo de una manera tan fría que a Alma le dolió en el corazón. Cuando actuaba
de esa manera era cuando se daba cuenta de que su chico indicado era Eduardo.
- ¿Sabés qué? Tenés razón- Federico se sorprendió por el
tono en el que habló Alma- Pensé que eras distinto, pero me equivoqué. Está
bien, Eduardo para vos será lo que sea, pero por lo menos es constante en su
forma de ser, no como vos.
Alma estaba tan enojada que se fue a su casa sola
corriendo. Federico se quedó ahí, mirando parado como Alma se iba muy enojada.
No sabía que hacer, se sorprendió mucho con la reacción de Alma. Ya era tarde
para arrepentirse, quizás lo mejor sería que se alejara de ella por un tiempo,
para que ninguno de los dos sufriera, él no quería volver a sufrir por una
mujer.
Mientras pensaba, una linda chicas se le acercó. De verdad
era muy bonita, no se comparaba con Alma, pero le gustaba físicamente. Era
rubia, más grande que Alma y más voluptuosa.
- Hola lindo, ¿Cómo estás? Me llamo Patricia ¿Y vos?- Dijo
esta chica de la cual ahora él sabía que se llamaba Patricia.
- Federico- Dijo muy seco... Hasta que su cabeza comenzó a
maquinar. Quizás esta chica era perfecta para ayudarlo a olvidar a Alma, o por
lo menos a tratar de pensar menos en ella.- Y decime, ¿tenés algo que hacer
este sábado linda?
- No, ¿Por qué? ¿Vos sí?- Le dijo Patricia muy provocativa
y acercándose bastante a él.
- No, quizás, ya que vos no tenés nada que hacer y yo
tampoco podemos ir a tomar algo. ¿Qué te parece?- Dijo él también muy canchero.
- Bueno, dale, ¿Por qué no?
Ambos se pasaron los teléfonos de sus casas y se fueron,
pero antes de irse, Federico tenía la costumbre de preguntar los apellidos.
- Una pregunta, ¿Cómo es tu apellido?- preguntó casi a
gritos por que ya estaba lejos de ella.
- Me apellido Sánchez, soy Patricia Sánchez.
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