sábado, 11 de septiembre de 2010

LOS PARAGUAS DEL DESTINO

Ella estaba cansada. Una semana de lluvia interminable la había puesto de mal humor. No podía comprender como el cielo era capaz de contener tanta agua y de dejarla caer toda junta. Era como si hubiera retenido la tristeza por mucho tiempo y ahora no pudiera parar.
A ella no le gustaban los días de lluvia. La ponían melancólica y de mal humor. Todas las escenas románticas de novelas, películas y libros ocurrían bajo una lluvia interminable donde dos almas se unen en un apasionado beso. Estaba cansada de eso, estaba enojada con que utilizaran ese estado meteorológico para identificar al amor, pero lo que más le molestaba era que a ella nunca le había pasado.
Cada vez que veía una lluvia interminable, fruncía el ceño y pensaba: ¿dónde está mi hombre bajo la lluvia?, ¿Cuándo será mi beso bajo la lluvia?
Ella se encontraba en un café, mirando caer la lluvia mientras disfrutaba un rico tostado con café con dulce de leche. Era ya el quinto día de lluvia y no soportaba más su mal humor y mucho menos su imaginación que volaba y volaba. Imaginaba momentos, galanes, lugares. Un “¿Compartirías tu paraguas conmigo?”, quizás un “Te ayudo con ese paraguas roto”, o directamente un “Besame bajo la lluvia” (un poco desesperado ese último, pero la imaginación es increíble y sobre todo es libre).
Terminó su café y su tostado, Termino de leer la última página del capítulo cinco de aquella novela que tanto le gustaba (donde no hay beso bajo a lluvia) y se preparó para salir. La lluvia aún no cesaba y su paraguas estaba listo para abrirse. Otra cosa que odiaba de los días de lluvia era mojarse los pies con las baldosas flojas y el hecho de que, aunque usaba un paraguas, los pantalones se le mojaban igual. El viento estaba soplando de manera infernal y eso hacía que el paraguas fuera más una complicación que una ayuda.
De pronto un fuerte viento sopló e hizo que se le volara el paraguas de las manos. La lluvia comenzó a caer sobre su pelo, con lo que amaba su pelo, definitivamente la lluvia se había convertido en su peor enemiga. Ahora si que no quería saber nada con ella. Comenzó a correr el paraguas para no seguirse mojando. “¡Ayuda!” gritaba, pero nadie se dignaba a ayudarla pues todos escondían la mirada debajo de su propio paraguas.
Ella corría y corría y el paraguas seguía volando. Tan inmersa estaba en atrapar su paraguas que se chocó con alguien. “¿Por qué no te fijas por donde vas?” Le dijo a él “Por tu culpa perdí mi paraguas”. Él comenzó a reírse y ella no entendía por que lo hacía. “Mil disculpas” le respondió él “no la vi por que me encontraba en el mismo dilema”. Ella miró hacia atrás y vio volando el paraguas de él, al igual que hizo él con el paraguas de ella. Ambos comenzaron a reírse y la lluvia comenzó a parar de a poco a medida que sus risas se apagaban.
Ella estaba hecha un desastre, toda mojada y con el maquillaje corrido; él no se quedaba atrás. Un rayo de sol salió entre las nubes y los iluminó.
Así fue como el destino de dos paraguas se cruzaron. Él y ella se habían encontrado bajo la lluvia, no había sido el encuentro romántico que hubieran imaginado, culminó con un apasionado beso bajo la lluvia como había soñado, pero era su encuentro y tan solo por eso era el más especial y romántico del mundo…

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