domingo, 20 de septiembre de 2015

Juramos por amor: Capítulo 5

Y por fin el gran día llegó. Después de un fin de semana de mucho estudiar, llegó el lunes. Alma se levanto más temprano de lo habitual para repasar una vez más su lección de Historia y luego bajó a desayunar.
Fue un desayuno tranquilo, lo único distinto era que Micaela estaba más contenta que la mayoría de las veces, pero luego lo averiguaría en el camino por que todavía repetía en su cabeza aquella lección que, sabía, nunca la olvidaría en toda su vida.
Mientras se preparaban para salir hacia el colegio, Alma no podía dejar de pensar en lo agradable que había sido la conversación que había tenido con Federico, pero a la vez, otro rincón de su ser pensaba en Eduardo y en que hoy lo volvería a ver. No sabía que pensamiento ocupaba más espacio en su cabeza, ni cual era más fuerte, pero había uno que quería desechar desde el viernes a la noche.
Una vez que estuvo lista, supo que tendría que esperar un rato más a sus hermanas, pero no, una de ellas, Micaela, ya estaba en la puerta cuando ella bajó. Le sorprendió la actitud de su hermana y la curiosidad ya la estaba matando así que se atrevió a preguntar:
- Mica, ¿Qué te pasa que estás tan contenta y puntual?- Dijo con una gran sonrisa compradora.
- Mmm... No sé si contarte, en realidad no es de tu incumbencia- Le dijo haciéndose la interesante, pero era tanta la felicidad que tenía que no lo podía ocultar más- Bueno te cuento por que vos siempre me contaste. Resulta que el sábado, cuando fuimos a bailar, en el boliche estaba Tomás, tu supuesto futuro cuñado y pasó algo que todavía no puedo creer.
- ¿Qué?- Dijo Alma muy interesada.
- Resulta que estábamos bailando con Lau y viene de atrás y me toca el hombro. Yo me di vuelta y me di cuenta de que era Tomás. Me re sorprendió porque, desde aquella vez que parecía que iba todo viento en popa con él y era sólo porque estaba apostando de que podía salir con dos chicas al mismo tiempo, yo no le dirigí más la palabra salvo lo totalmente esencial. Bueno lo importante es que me pidió perdón y me dijo que se arrepintió mucho de haberme hecho eso y que hacia un tiempo que estuvo pensando en mi de una manera distinta.- Dijo Micaela saltando de emoción y tomando las manos de Alma entre las suyas.
- ¿Y vos le vas a creer así nada más?- Le dijo Alma un poco preocupada.
- Mmm... No, al principio pensé lo mismo que estás pensando vos, pero después el me dijo que si no lo quería perdonar ni creer que me entendía, pero que de verdad quería salir conmigo a pasear este fin de semana que viene.
- ¿Y qué le vas a contestar?- Dijo Alma ya más creyente de las palabras de Tomás.
- Creo que le voy a decir que si. Por eso estoy emocionada de ir al cole, por que me dijo que en el cole arreglábamos bien el tema.
- Fabuloso. Quizás a mi se me da con Eduardo.
- ¿Por qué? ¿Pasó algo que no sé?
- Si, me animé a hablar con él y como que hay un poco de onda, no sé bien, quizás es una cosa de un día, por eso yo también estoy emocionada de ir al colegio- Era eso y la lección de Historia.
Siguieron conversando un rato más de hermana a hermana hasta que por fin bajó Laura y partieron al colegio.
Ambas estaban muy ilusionadas y Laura no entendía nada de lo que sucedía. Sabía lo de Micaela a grandes rasgos, pero no todo completamente, y de lo de Alma no sabía nada.
Cuando Alma llegó al colegio por separado de sus hermanas, como siempre, estaban Rocío y Federico. Alma los reconoció instantáneamente y sonrió.
- Hola, ¿Cómo están?- Alma saludó en general primero y luego a cada uno con un beso por que sabía que si tenía que saludarlos por separado, al hablar con Federico se iba a poner nerviosa y no le iban a salir las palabras.
- Bien, un poco nerviosa por la lección de Historia.- Dijo Rocío en quien la cara de nerviosismo se reconocía inmediatamente.
- No entiendo por qué te ponés nerviosa si estudiaste ayer con Alma y después te la pasaste repasando, además yo te tomé la lección tres veces y te lo sabías bien- Dijo Federico un poco irritado por el nerviosismo innecesario de su prima. Luego cambió la cara y le preguntó a Alma con simpatía, lo que la sorprendió bastante- Vos maestra, ¿Estás nerviosa?
Alma se quedó estática por lo simpático que fue. Entonces se dio vuelta y con una gran sonrisa, que salió desde lo profundo de su corazón le dijo:
- La verdad no, porque la tengo como tatuada en el cerebro- Y se rió dulcemente, lo que hizo que a  Federico le diera un vuelco el corazón por aquella dulzura que transmitía.
Se quedaron los tres conversando un rato de esto, de aquello y parecía que los tres eran amigos de toda la vida. Ya no se sentía una atmósfera tensa entre ellos, todo lo contrario, era una atmósfera cálida y contagiosa, pero nada dura mucho. Estaban conversando sobre un juego que había salido nuevo cuando subió las escaleras de la puerta del colegio Eduardo y Alma no pudo evitar mirarlo. Fue un instante solamente, pero fue tan fuerte que ni siquiera escuchó lo que Federico había dicho y le tuvo que pedir que se lo repitiera, lo que hizo que se sintiera muy avergonzada.
Cuando Eduardo la vio, le sonrió y la saludó con un beso en la mejilla, lo que hizo que ella sonriera tontamente y que Federico hirviera de rabia.
- Hola Alma, ¿Cómo estás? ¿Ya estás mejor del golpe?- Le dijo simpáticamente Eduardo.
- Si- Rió Alma- Ya no me duele.
- ¿Podrías venir un momento que te quiero preguntar algo?- Le dijo a Alma y ella pensó que se iba a morir.
- Claro- Le dijo a Eduardo- Chicos discúlpenme un minuto- Le dijo a Rocío y a Federico quien sonrió por amabilidad, pero apenas podía contener la rabia.
- ¿Quién es ese chabón?- Dijo a su prima con el ceño fruncido mirándola a Alma.
- ¿Cómo te explico?- Dijo Rocío sabiendo que eso echaría a perder lo que había entre ellos.- Bueno, ese chico es el chico por el que te preguntamos el viernes a la tarde en mi casa. Él es el chico del cual Alma está enamorada y desde el viernes que se empezaron a hablar. Yo no pensé que hoy le hablaría devuelta.
- Así que era verdad- Dijo Federico entre dientes.
La miraba fijo y con una mirada entre triste y enojado. Veía que Alma sonreía cada vez más. Le sonría a ese chico, con esa sonrisa dulce, irresistible y pura, y a él no. En eso vio que ella asentía muy rápido y sonriendo más todavía. Y ahí ella volvió con ellos. Él trató de cambiar la cara, pero lo único que pudo hacer fue volver a su mirada fría e indiferente.
- Rochi, ¡me pidió que saliéramos el sábado a la tarde con mi hermana y su hermano! ¿No es lo mejor?- Dijo Alma saltando de alegría y luego miró a Federico que la miraba con tristeza y desilusión- ¿Te pasa algo Fede?- le preguntó preocupada.
- No, no me pasa nada y no me digas Fede, soy Federico- Le dijo muy serio, luego se dirigió a su prima- Me voy, se me hace tarde.
- Está bien, entiendo- Le dijo Rocío entendiéndolo todo, más de lo que él se imaginaba. Tendría que hablar con su primo esa tarde, había varias cosas que aclarar.
Federico se fue y Alma se quedó media preocupada.
- Rocío ¿Qué le pasó a tu primo que en un momento es re simpático y en otro se volvió grosero devuelta?- Alma no entendía nada, era muy ingenua.
- Nada, él es así. Cualquier cosa lo pone de mal humor, pero vos también deberías darte cuenta de varias cosas.
Alma no había entendido a que se refería Rocío, pero tampoco le dio demasiada importancia pues le habían empezado a entrar los nervios por la lección de Historia y estaba emocionada por la cita con Eduardo. Quería ir a contárselo a su hermana, pero ya era tarde y a ellas no les gustaba que las vieran con ella porque Alma no era tan popular como sus hermanas, pero estaba segura que luego se enteraría y que no le molestaría, o eso esperaba ella.
Entraron al salón de clases y en la primera hora del lunes debían tener Literatura en donde estaban leyendo un libro muy interesante que a Alma la había cautivado, su título era "Dr. Jeckly y Mr. Hyde", era un libro muy conocido sobre un hombre que quiso sacar su parte mala de su ser y poco a poco esa parte mala salía a hacer desastres y luego volvía a ser él. Más o menos así veía Alma a Federico. Por momentos era dulce, simpático y sensible, como el Dr. Jeckly, y en otros era frío, distante, antipático, como Mr. Hyde.
Todos estaban sentados esperando a la profesora de Literatura cuando al aula entró el temible profesor de Historia. Entró, los miró a todos y dijo:
- De  pié- Todos se levantaron de sus asientos. Alma era una chica muy respetuosa, siempre se levantaba cuando venía algún profesor, pero con este no tenía muchas ganas de levantarse por la manera en la que se lo pedía- Buenos días Alumnos.
- Buenos días Profesor- Dijeron todos al unísono. Parecía un ejército más que un salón de clases. Todos formaditos en fila, y hablando al mismo tiempo. Faltaba que respondieran "Si, señor" para confundir aquella institución educativa con un campo de concentración.
- Tomen asiento- Dijo esta vez y todos respondieron sentándose en sus asientos mientras él marcaba la clave en su portafolio y sacaba los apuntes del día de la fecha.- Muy bien alumnos, hoy tenían lección oral ¿Hay algún voluntario?, pero no sé para que pregunto si en mi vida de profesor ha habido un alumno que se ofreciera- Se río engreídamente, pero dejó de hacerlo cuando vio una mano levantada.
- Yo- Dijo Alma muy segura de si misma, no vaciló ni mostró inseguridad ni miedo en su voz- Yo me ofrezco profesor.
- Señorita Rodríguez, me parece muy bien. La verdad que no deja de sorprenderme. Muy bien pase al frente.
Alma se levantó de su asiento, se paró firme a lado del escritorio donde estaba el profesor, se levantó las medias y con voz fuerte y clara comenzó a dar la lección del día. El profesor asentía al ver que explicaba tan bien los temas, pero empezó a extrañarse de los contenidos de Alma cuando empezó a explicar todo lo que ella había averiguado, pero no quiso interrumpirla porque lo estaba haciendo estupendamente. Una vez que terminó de dar la lección del día y un poco más, el profesor fue quien comenzó a hablar.
- Muy bien, se merece el diez que le voy a poner, pero hay algo que no entiendo- dijo mientras escribía la nota en su cuaderno.
- ¿Qué?- preguntó Alma sabiendo lo que venía.
- Hasta cierto punto fue el tema que yo di el viernes, pero luego comenzó a explicar cosas que yo todavía no expliqué o que quizás no iba a explicar ¿Por qué?- Dijo con una mirada divertida que Alma jamás pensó ver en el rostro rígido de aquel hombre.
- Bueno, lo que pasa es que usted el viernes sí dejó muy claro que nosotros somos un grupo de ignorantes y yo no estuve ni estoy de acuerdo con esa opinión sobre mí, yo sé que soy una chica muy capaz y con ganas de aprender, por eso decidí expandir el tema del día y dar la lección oral para que se diera cuenta que no todos somos ignorantes, que el ignorante es usted, porque es usted el que ignora- haciendo hincapié en esta palabra para que supiera a que se refería- la capacidad de sus alumnos.
El profesor asentía a todo lo que ella decía. Cada vez más le hacía acordar a alguien de su pasado y no podía dejar de sentir simpatía por ella, pero no iba a permitir que le dijera ignorante ni que se sintiera superior a él en ningún momento.
- Así que yo ignoré su capacidad, mil disculpas señorita Rodríguez- Dijo en tono burlón- Ya que usted tiene esa gran capacidad de estudio, va a dar un resumen oral de la clase anterior todas la clases. Así no me voy a olvidar de su gran capacidad. Cuando a fin de año haya logrado dar todas las lecciones del día con notas mayores de ocho, yo voy a admitir delante de este curso que usted es una persona inteligente, mientras tanto la voy a seguir tratando de “ignorante” como usted dice.
A Alma no la asustó en lo absoluto, ni tampoco se iba a dejar vencer. Ella le demostraría que no se iba a desmoronar nunca ante él.
- Está bien, no tengo ningún problema. ¿Me puedo ir a sentar?- Le dijo con la cabeza en alto y muy orgullosa de lo que había hecho y de lo que iba a hacer todas las clases.
- Vaya- Dijo y se paró detrás de ella para empezar a dar la clase.
Lo que más orgullo le dio a Alma fue que cuando el profesor comenzó a dar la clase dijo "Como la señorita Rodríguez bien dijo recién..."
El profesor siguió dando la clase hasta que tocó el timbre. Como siempre los chicos se entusiasman por salir de la clase y encontró el castigo perfecto para Alma por haberlo tratado así. Cuando ella se estaba levantando para irse a su casa el profesor la llamó en voz alta.
- Rodríguez, usted no se va todavía. De ahora en más por su actitud altanera va a ser la encargada de borrar el pizarrón cuando termine mi clase y de llevarle el libro de temas a la preceptora.
- Pero me tengo...- dijo Alma interrumpida por el profesor.
- Sin peros- Dijo muy serio una vez más.
Alma se tragó su orgullo por el simple hecho de no darle el gusto de que le pusieran una sanción disciplinaria. Borró el pizarrón en silencio y una vez que el profesor copió en su agenda lo que había escrito en el libro de temas, Alma se lo llevó a la preceptora sin decir ni intercambiar ninguna palabra.
Luego de la clase de historia, Alma tenía ganas de encontrarse con su querido Eduardo, pero, a la vez, tenía un poco de vergüenza por que no entendía sus sentimientos. ¿Sería que su gran sueño se haría realidad? ¿Sería que por fin, después de tres años, Eduardo se había enamorado de ella con tan solo conocerla o por lo menos gustaba de ella? Eso lo averiguaría luego, quizás con el tiempo, pero ahora debía hacer mérito para que ese pequeño sentimiento en el corazón de Eduardo creciera.
- Alma. Al final te salió medio mal y medio bien el plan- Dijo Rocío riendo.
- No te creas, yo estoy muy satisfecha con los resultados que obtuve.
- No puedo creer que sigas con esta locura, pero allá vos, si te querés pasar la vida estudiando Historia.- Dijo un poco resignada y un poco preocupada.
- Andá a saber, quien dice que le termino haciendo caso a tu primo y me convierto en profesora de Historia ¿No?- Dijo divertida y luego rió.
- Si, claro, claro. Una cosa quiero saber ahora que lo nombraste a mi primo.- Dijo con una mirada un poco inquisitiva.
- ¿Qué?- Dijo Alma nerviosa. El hablar de Federico más aquella mirada de Rocío le daba un poco de miedo.
- ¿Qué va a pasar con el tema de mi primo? ¿Va a quedar en la nada?- Dijo un poco desilusionada, mientras ambas se dirigían al quiosco a comprar alguna golosina para entretener al estómago un rato.
- Rochi, vos sabés que con tu primo no sé lo que me pasa y que si me pasara algo sólo quiero pensar en Eduardo, aparte tu primo cambia de humor como si nada, en un momento me trataba re simpático y en otro me trató re frío, como al principio.- Eso le había extrañado mucho. La verdad era que a Alma le gustaba cada vez más ese Federico que podía descubrir poco a poco, pero cuando volvió a comportarse frío e irrespetuoso, sintió que todo fue una ilusión suya que nunca había pasado.
- Lo que pasa es que hay cosas que saltan a la vista, pero vos sos media ciega. A veces creo que más que aparatos vos necesitas anteojos- Dijo un poco resignada de la ingenuidad de su amiga.
- ¿Por qué lo decís?- Rocío le había repetido una vez más aquello que ella no lograba comprender- Ay Rochi no entiendo. Tirame una pista.
- Bueno, a ver. ¿Cuándo mi primo cambió la cara y te trató diferente hoy antes de entrar al colegio?
Alma pensó, pensó y consiguió una respuesta.
- Yo los estuve mirando de reojo cuando hablaba con Eduardo, para ver que cara ponías vos, y cuando lo miraba a Federico su mirada se iba haciendo más fría cada vez y cuando volví con ustedes me trato mal.
- ¿Y eso no te dice nada?- Dijo Rocío tratando de que Alma se diera cuenta de las cosas, pero no lo lograba.
- Mmm... No, quizás...- Dijo pensando. A Rocío se le iluminó la cara creyendo que su amiga por fin lo había descifrado- A Federico no le cayó bien Eduardo y por eso lo miraba así y como tenía mucha bronca después me trató mal a mi.
Su sonrisa de esperanza se convirtió en una expresión de desilusión.
- Bueno, más o menos. Tampoco estás tan errada.
Mientras las chicas estaban en el colegio, Federico iba a la universidad. No estaba muy concentrado, pensaba mucho en Alma. No entendía qué clase de chica era, no sabía si confiar en ella o no pues la última vez que confió en una chica se juró jamás hacerlo por más inocente que pareciera. Mientras pensaba en eso recordó algo de aquella conversación con Alma en su habitación << Mi corazón tiene dueño.
- A sí, ¿y quién es el dueño de tu corazón?
- No es de tu incumbencia, pero te lo voy a decir para que te convenzas de que no te estoy mintiendo. Su nombre es Eduardo, es inteligente, sensible, muy lindo y creo que tengo oportunidad de estar con él. >>
Eso significaba que Alma no había mentido y por lo que había visto ese día, no estaba muy alejada de la realidad al pensar que tenía una oportunidad con él. Federico se sintió triste, con mucha bronca y no estaba dispuesto a perder a Alma, tendría que hacer algo para no perderla, pero qué.
Salió de la facultad y una idea vino a su mente, pero necesitaría mucha ayuda.
Esa tarde cuando las chicas salieron del colegio, él fue a esperarlas a la puerta y vio como Alma conversaba con aquel chico. Sin conocerlo lo detestaba a muerte, parecía tan perfectito, tan carismático y amigable, tan distinto a él. ¿Sería que a Alma le gustaban los chicos como Eduardo? Si así era, él estaba perdido. No volvería a cambiar por alguien, no pensaba hacer ningún esfuerzo por más que se muriera sin ella, pero no quería que una vez más una mujer manipulara su vida.
Alma lo vio y de repente dejó de sonreír, recordó la conversación que había tenido con Rocío y por alguna razón no quería que Federico se enojara con ella.
- Alma, ¿te pasa algo?- le dijo Eduardo tocándole el hombro y ella como que se derritió.
- No, pero tengo que hacer algo ¿si?, nos vemos mañana- le dijo sonriéndole.
- Bueno, mañana nos vemos- Le dijo y le besó la mejilla. Alma estaba como en un sueño.
Federico vio todo y sentía que le hervía la sangre.
Alma fue corriendo a alcanzar a Rocío, que iba un poco más adelante, para poder ir juntas a saludar a Federico. Alma no se animaba ni loca a saludarlo sola y menos corriendo, aunque ese fue el primer impulso que sintió cuando empezó a correr.
- Hola Federico ¿Cómo estás?- Dijo Alma sonriendo. De verdad quería arreglar las cosas con él.
- Bien, excelente ¿Y vos?- Le dijo amablemente. Esa no era su idea cuando la vio, pero al escuchar su dulce saludo no pudo dejar de serlo.
- ¡Qué bueno!, hoy me quedé medio mal cuando te fuiste un poco enojado porque no supe que te pasaba- Le dijo tan expresiva y dulcemente como su rostro lo reflejaba. A Federico le dio el corazón un vuelco.
- No, no me pasó nada, lo que pasa es que vi algo que me disgustó y yo con tan sólo ver algo que no me gusta me amargo.- Empezaron a caminar. Sin darse cuenta caminaban juntos y Rocío detrás sola. No le molestaba en absoluto, al contrario, estaba contenta de lo que veía.
- y... ¿puedo saber que fue lo que te molestó? Pero quiero que seas totalmente sincero conmigo, así como siempre lo fui yo con vos- le dijo esperando que él le respondiera lo que esperaba.
- Ese chico- Dijo Federico, pero no quiso decírselo así que utilizó su confesión como un desvío- ¿Es tu novio?
- No- Dijo Alma esperando que él le contestara, aunque había entendido a la perfección que lo que había pensado con Rocío era verdad- No, sólo somos amigos.
- Por ahora- Dijo Rocío. Tarde o temprano Alma debería hablarle de él y lo mejor sería enfrentar las cosas de una sola vez. También sabía que Federico sabía quien era Eduardo, pero odiaba las mentiras así que mejor sería que Alma no metiera la pata.
- Si, por ahora- Dijo Alma queriendo fulminar con la mirada a Rocío.
- Así que él es el dueño de tu corazón, Eduardo- Dijo Federico sin mirarla a los ojos, pues sabía que si la miraba, Alma se daría cuenta de que lo dijo con tristeza.
- Si- Dijo Alma sorprendida- ¿Te acordaste de eso?- No podía creer que todavía recordara un detalle menor de aquel viernes a la noche.
- Yo me acuerdo de todo lo que pasó aquella noche- Le dijo con una mirada lasciva que hizo que Alma se sonrojara.- Bueno, entonces contame, ¿Vas a salir con él?- Le dijo con todo el dolor del mundo.
- Si- Dijo un poco avergonzada, sentía que lo estaba traicionando, pero ¿Por qué?
- Me parece muy bien, aunque creo que con él te aburrirías como un hongo, ¿A dónde te podría llevar? ¿A la biblioteca?- Rió Federico, pero dejó de hacerlo cuando vio que Alma no lo hacía.
- ¡Perdón! Pero Eduardo es de lo más divertido.- Dijo Alma un poco ofendida.
- Bueno, disculpame, no fue mi intención ofenderte- Dijo Federico desde el fondo de su corazón y tanto Alma con Rocío se sorprendieron mucho.
- No hay problema- Dijo cuando se dio cuenta que en esa esquina debía doblar para ir a su casa- Bueno, acá nos separamos- Dijo a ambos. Le dio un beso en la mejilla a cada uno y se fue muy contenta a su casa. Debía preparar el oral del viernes y arreglar todo con su hermana para la cita del sábado.
Rocío y Federico siguieron su camino hacia su hogar. Rocío quería preguntarle qué le sucedía con Alma, pero no podía preguntárselo directamente, sino la evadiría como hizo con Alma al hablar de Eduardo.
Al día siguiente, se volvieron a encontrar Alma y Rocío en la puerta del colegio, pero Federico no estaba con ellas. Él no quería ver a Alma, no quería hacerla enojar y sabía que si iba a verla y la veía con Eduardo no iba a controlar sus celos.
Aguantó todo el día sin verla, pero quiso ir a buscarla. Cuando llegó al colegio las chicas estaban saliendo, pero lo que vio no le gustó. Alma volvió a salir con Eduardo y esta vez él la estaba acariciando.
Alma se quedó estupefacta con aquella caricia. Nunca en su vida pensó sentir una caricia del propio Eduardo. Sentir sus palma cálida sobre su piel, era algo mágico, se sentías perdida en otro mundo. Además también le había dicho que era bonita e inteligente. Era uno de esos momentos que jamás se olvidan de lo lindos que son, hasta que lo vio...
Federico estaba en el final de las escaleras del colegio hablando con Rocío y mirándola de reojo. Alma se sonrojó y sintió mucha vergüenza y culpa, pero ¿por qué? De repente no sintió ganas de estar en ese momento con Eduardo, no podía estar cómoda entre sus caricias y halagos si Federico la estaba mirando. Decidió despedirse de Eduardo porque no quería sentir más esa presión en el medio del pecho que no le permitía mirar a Federico a los ojos, a sus hermosos ojos. No entendía bien por qué, ya que ella no era nada de Federico salvo la mejor amiga de la prima, pero quizás era por la confusión que sentía. No era justo, ella había esperado mucho tiempo por esos momentos con Eduardo como para que llegue un chico de la nada y le arruine aquellos momentos justo cuando empiezan a ocurrir. Igual, no se preocupaba tanto porque estaba cien por ciento segura de que después de la cita del sábado, Federico ya no estaría más en su corazón y podría disfrutar libremente de todos los halagos y caricias que Eduardo le quisiera brindar.
Alma bajó las escaleras y se dirigió a donde estaban Rocío y Federico. No sabía por qué pero debía hablar con él, necesitaba saber por qué no había venido a la mañana.
- Hola Fede, ¿Cómo estás?- Dijo Alma siempre muy sonriente.
- Bien, nada nuevo. ¿Vos? Se te veía muy contenta ahí con el chicos este que te gusta- Eso fue como una puñalada en el medio del pecho para Alma. Federico le hablaba de una manera indiferente, pero a la vez de una forma muy directa.
- Se llama Eduardo y sí, es muy cariñoso.- Dijo Alma sintiendo un poco de enojo. Él la trataba de esa manera sin razón alguna y eso le daba mucha bronca
- Ah, cierto, disculpame. No quise ofenderte- Le dijo de manera sarcástica.
- Pero Federico ¿Qué te pasa? ¿Estás bien de la cabeza? ¿Sufrís de personalidad bipolar o algo por el estilo?- Le dijo Alma entre preocupada y mayormente enojada.
- No, ¿Por qué lo decís?- Contestó Federico serio.
- Porque según como te levantás me tratás bien o mal. Ayer terminamos  el día más o menos  y ahora me tratás de una manera muy fea y no sé por qué y me gustaría saberlo.
En ese momento Federico se acordó la razón de su visita, era para verla por que no podía aguantar más, pero estaba empeorando las cosas. No podía evitar sentir celos al verla con ese tarado de Eduardo, ese sentir era más fuerte que él y por más que ahora se arrepintiera de su error, nunca sería capaz de dar el brazo a torcer. El no perdería su orgullo por una mujer nunca más.
- Mirá, me parece que vos ves cosas que no existen. Yo nunca cambié mi manera de ser, te habrá parecido a vos, que querés que te diga.- Lo dijo de una manera tan fría que a Alma le dolió en el corazón. Cuando actuaba de esa manera era cuando se daba cuenta de que su chico indicado era Eduardo.
- ¿Sabés qué? Tenés razón- Federico se sorprendió por el tono en el que habló Alma- Pensé que eras distinto, pero me equivoqué. Está bien, Eduardo para vos será lo que sea, pero por lo menos es constante en su forma de ser, no como vos.
Alma estaba tan enojada que se fue a su casa sola corriendo. Federico se quedó ahí, mirando parado como Alma se iba muy enojada. No sabía que hacer, se sorprendió mucho con la reacción de Alma. Ya era tarde para arrepentirse, quizás lo mejor sería que se alejara de ella por un tiempo, para que ninguno de los dos sufriera, él no quería volver a sufrir por una mujer.
Mientras pensaba, una linda chicas se le acercó. De verdad era muy bonita, no se comparaba con Alma, pero le gustaba físicamente. Era rubia, más grande que Alma y más voluptuosa.
- Hola lindo, ¿Cómo estás? Me llamo Patricia ¿Y vos?- Dijo esta chica de la cual ahora él sabía que se llamaba Patricia.
- Federico- Dijo muy seco... Hasta que su cabeza comenzó a maquinar. Quizás esta chica era perfecta para ayudarlo a olvidar a Alma, o por lo menos a tratar de pensar menos en ella.- Y decime, ¿tenés algo que hacer este sábado linda?
- No, ¿Por qué? ¿Vos sí?- Le dijo Patricia muy provocativa y acercándose bastante a él.
- No, quizás, ya que vos no tenés nada que hacer y yo tampoco podemos ir a tomar algo. ¿Qué te parece?- Dijo él también muy canchero.
- Bueno, dale, ¿Por qué no?
Ambos se pasaron los teléfonos de sus casas y se fueron, pero antes de irse, Federico tenía la costumbre de preguntar los apellidos.
- Una pregunta, ¿Cómo es tu apellido?- preguntó casi a gritos por que ya estaba lejos de ella.

- Me apellido Sánchez, soy Patricia Sánchez.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Juramos por Amor: Capítulo 4

Alma volvía a su casa, se sentía mal por no haber saludado a Federico, pero es que no había podido quizás por vergüenza o quizás por miedo, miedo a la confusión. Pero ya estaba bien y debía ir a disfrutar de un almuerzo con su querida abuela que hacía tanto que no veía. La abuela de Alma vivía en Mar del Plata y sólo la veía en enero cuando iba a visitarla y en agosto cuando ella los venía a visitar a ellos. Alma era muy apegada a su abuela. Ella era la única que le había quedado pues sus dos abuelos paternos murieron antes de que ella naciera, su abuela de diabetes y su abuelo de amor cuando se murió su mujer. Alma y Agustín fueron los únicos que no los conocieron y por eso eran los más apegados a Noelia, la abuela materna. Con respecto al abuelo materno, él ni siquiera existía, por lo menos no para ninguno de la familia pues antes de que la mamá de Alma naciera él murió en un accidente en un barco y jamás se encontró el cuerpo.
Alma estaba ansiosa por verla, tenía muchas cosas para contarle. Era una bella mañana de sábado y estaba lindo para ir a la plaza a tomar sol y a charlar, ese sería el plan perfecto, pero antes de que terminara de soñar con ese gran día recordó que el lunes el profesor de historia iba a tomar lección de lo que habían visto el viernes y ella sería la mejor en esa materia sólo para demostrarle a aquel malvado hombre que ella no era ninguna ignorante.
El encuentro entre Alma y su abuela fue muy hermoso, se abrazaron, a Noelia se le caían las lágrimas de ver a su nieta tan grande, Alma se reía de lo que su abuela le decía. Después del emotivo encuentro, el almuerzo comenzó. Fue un momento de muchas risas. Al ser una familia tan grande y que pocas veces estaban todos reunidos para almorzar, todos hablaban a la vez. Algunos discutían otros escuchaban las historias de la abuela y otros charlaban entre ellos. Carlos y las Mellizas luchaban con sus papás para poder ir a bailar esa noche, el problema no era ir a bailar sino que querían que Roberto les prestara el auto y de ninguna manera lo permitiría pues cuidaba su Ford Falcon como oro; Agustín y Alma escuchaban atentamente a su abuela que les contaba de sus vacaciones cuando era chica. Alma quería saber todo lo que pudiera de ella, todo. Sus vacaciones, sus romances, sus anécdotas de cuando era pequeña, de cuando su madre era pequeña, pero de lo que más quería saber era sobre su abuelo. No había tenido la oportunidad de conocerlo, pero lo adoraba con pasión pues su abuela le contaba historias de él y de aquel trágico día en el barco y a ella le daba mucha pena de no haberlo conocido pues de haberlo hecho estaba segura de que se llevarían muy bien. Así como su abuela era su heroína, su abuelo, a pesar de jamás haberlo visto, era su mayor héroe.
- Abuela, contame una vez más aquel viaje en barco que hicieron con el abuelo- Le dijo Alma unas horas después cuando estaban en la plaza sentada en un banco dándole de comer a las palomas.
- Claro, desde chiquita te gusta esa historia y creo que con el tiempo te gusta todavía más- Le dijo cariñosamente dándole un golpecito en la nariz con el dedo.
- Si, me gusta saber como el abuelo salvó tu vida.- Alma se acomodó en el banco para escucharla mejor.
- Bueno, todo comenzó cuando tu abuelo y yo nos habíamos casado y de luna de miel decidimos irnos a un crucero. Él era un hombre muy importante y había conseguido ese crucero maravilloso hasta Brasil y de vuelta hacia aquí. Fue la velada más maravillosa de toda mi vida. Tu abuelo era un hombre culto y yo bastante ignorante, pero aprendí mucho de él y él aprendió de mí otras tantas cosas. Nunca había vivido algo así en un barco. Comer en un lujoso salón, pasar horas a la luz de la luna conversando y mirando el mar, era todo mágico, pero antes de llegar a Brasil una fuerte tormenta se levantó. Nosotros estábamos en la cubierta, o sea la parte de arriba del barco y vimos como las olas crecían y crecían más. El capitán nos gritó que entráramos por que la tormenta sería muy brava, pero antes de lograr entrar una gran ola me arrastro y tu abuelo no dudó ni un instante en correr a ayudarme. Él era un gran nadador, pero esa vez no le ayudó mucho. Yo estaba agarrada de la baranda del barco, él sabía que si hacía lo que tenía pensado hacer terminaría él dentro del agua, pero no lo pensó dos veces por más que yo le gritaba “si te morís vos yo me muero”, “por favor tu vida tiene mucho más valor de lo que tiene la mía” “no me hagas esto”, pero él no me escuchaba, recuerdo como si lo estuviera viendo esa imagen ahora, que las últimas palabras que me dijo fueron “el darte la oportunidad de vivir es el mejor regalo de bodas que me puedo hacer, si me querés dar uno vos sé feliz y así yo también voy a serlo desde donde esté”, en ese momento me empujó dentro del barco y él cayó al mar. La tormenta estaba demasiado brava como para que algún marinero pudiera salvarlo. Esa noche nuestro barco volcó, pero gracias a Dios y a tu abuelo fui una de las sobrevivientes.
- Mil veces escuché esa historia y me sigue asombrando la valentía y la entrega del abuelo, era un hombre increíble, ojalá yo consiga uno igual.- Decía Alma muy exaltada. Su abuelo era uno de sus mayores héroes y aunque no lo había conocido, creía que sabía de él más que incluso su mamá.
- Estoy segura de que lo encontrarás.
Alma se divertía mucho cuando estaba con su abuela, pero ya debían irse a la casa pues ella debía estudiar esa horrorosa Historia para ese horroroso profesor. Comparado con su abuelo, ese profesor era nada, si estuviera vivo Alma se lo hubiera presentado para que se diera cuenta de lo que es un verdadero hombre.
- Abuelita, tengo que irme a casa- Dijo Alma muy triste.
- ¿Ya? ¿Por qué tan pronto?- La abuela quedo extrañada pues a Alma lo único que la sacaba de la plaza era la oscura noche.
- Lo que pasa es que debo estudiar Historia y como el profesor es un soberbio mal educado quiero ser la mejor para que se dé cuenta que no soy ninguna ignorante- Dijo Alma muy enojada, la abuela se río de ella tiernamente- ¿De qué te reís abuela?
- Me hacés acordar a mí. Cuando conocí a tu abuelo él también era así, bueno siguió siempre siendo así. Tenía un carácter atroz y se creía superior a todos, pero yo no aguantaba  que me tratara así y me le plantaba y le decía sus verdades. Yo era la única que podía manejar ese carácter podrido que tenía, pero el amor entre nosotros era más fuerte por que superó todas las discusiones y peleas que tuvimos.
- Pero el abuelo era bueno, sensible y dulce en el interior, este profesor es más agrio que una botella de vinagre.
- Bueno, entonces vayamos a casa para demostrarle a ese horrible hombre que mi nietita es mejor que él- Dijo riendo Noelia.
Llegaron a casa y Carlos y las mellizas todavía discutían el asunto del auto, parecía que aún tenía para rato. Alma quería quedarse a ver que pasaba, pero debía estudiar Historia. Se sentía tan frustrada, pero debía hacerlo pues su orgullo estaba en juego.
El tema era las invasiones de España y Portugal a Centroamérica y Sudamérica. En realidad no era mucho lo que debía estudiar, pero a ella no le alcanzaba sólo con lo que el profesor les había dado para estudiar, entonces decidió buscar más información para extender la lección y cuando el profesor preguntara si alguien quería pasar ella levantaría la mano con orgullo.
Estuvo toda la tarde buscando, resumiendo y creando lo que el domingo estudiaría. Eran ya las diez de la noche y debía bajar a cenar y a ver que había pasado con el auto de su papá y la salida de sus hermanos.
Cuando bajo y vio que sus hermanos no estaban y que su papá no tenia muy buena cara, supo que sus hermanos habían ganado. El rostro de Roberto mostraba una gran preocupación y Alma se reía en sus adentros pensando si se sentía preocupado por sus hijos o por su auto.
- ¿Ya terminaste de estudiar hermosa?- Le dijo Noelia a su nieta. Se sentía muy orgullosa de que Alma estudiara tanto.
- No abuelita, recién termine de hace la síntesis, mañana tengo que estudiar todo, pero ya algo me quedó por suerte.- Alma parecía exhausta.
- ¿pero tanto les dio en una sola semana de clases?- Dijo María mientras revolvía la comida.
- No mami en un solo día, pero no es sólo lo que nos dio, es también lo que extendí yo.- Dijo Alma sentándose a la mesa y respirando profundo.
- ¿Qué? ¿También les hizo expandirlo?- Dijo Roberto olvidándose por un momento de su indefinida preocupación.
- No pá, eso lo hice yo sola por que quería.- Dijo Alma muy orgullosa. Sus papás se miraron entre si y movieron la cabeza como diciendo que no había remedio con esa chica. En cambio su abuela le guiñó un ojo y le levantó el dedo pulgar en señal de aprobación.
Eso sólo le bastaba a Alma para seguir adelante con eso. Estaba por empezar a comer cuando vio a su único hermano menor solo y triste en la mesa. No sabía lo que le sucedía, entonces Alma se animó a preguntarle pues amaba hacer el rol de hermana mayor.
- Agus, ¿Qué te pasa que estás tan triste?- Preguntó con compasión y dulzura.
- Nada...- Dijo y suspiró con cara de resignación.
- Mmm... No te creo, yo te veo muy triste- insistió Alma- Podés confiar en mi, yo siempre voy a estar para ayudarte.
- Bueno, lo que pasa es que me gusta una compañerita de colegio y no sé que hacer para que sea mi novia- Dijo muy inocentemente. Alma comenzó a pensar en Eduardo y se dio cuenta de que ella no era la persona indicada para hablar justo de ese tema, pero recordó lo que ella hizo y se lo aconsejó.
- Bueno, mirá, lo que podés hacer es acercarte a ella como amiguitos y  de a poco ir conquistándola, ¿Qué te parece?- Dijo esperanzada de que su consejo ayudara a su pequeño hermano.
- Es una buena idea, lo voy a intentar. Gracias- El dulce niño abrazó a su hermana mayor y le dio un beso en la mejilla. A Alma le dio mucha ternura y se lo devolvió. Una de las cosas por las cuales le daba ganas crecer era justamente los chicos. Quería ser madre y poder aconsejar a sus hijos así, como lo había hecho con Agustín.
Al otro día, cuando Alma bajó a desayunar, era una hermosa mañana de domingo, pero debía estudiar Historia. Eso la fastidiaba un poco, pero faltaba poco para demostrar lo que había hecho. Sus hermanos llegaron sanos y salvos, al igual que el auto de su papá y los cuatro descansaban tranquilamente.
Ella se sentó al lado de su abuela, se había preparado un rico café con leche y se había hecho dos tostadas, una con dulce de leche y otra con manteca.
Charlaron hasta que el desayuno de Alma se terminó y subió a su cuarto a ordenarlo. Odiaba el desorden como nadie. Si encontraba algo fuera de lugar lo ordenaba en el acto, pero lo bueno de ella era que no era como algunas personas que encuentran algo fuera de lugar y se ponen a gritar histéricamente sino que ella lo ordenaba y punto pues entendía que no todas las personas eran ordenadas y lo respetaba.
Cuando estaba terminando de hacer su cama, llamaron por teléfono y era Rocío. Quería hablar con Alma sobre lo que había pasado en su casa el Sábado a la mañana, pero no se lo dijo por que sino ella no hubiera aceptado, entonces le dijo que quería salir un rato a pasear con ella. Alma estaba encantada con la idea, pero debía estudiar Historia. Le encantaba esta materia, pero gracias al profesor y al esfuerzo que estaba haciendo la estaba empezando a odiar. Le tuvo que decir a Rocío que no y le contó lo que estaba haciendo. Rocío se rió con ganas.
- No puedo creer lo que estás haciendo- Dijo Rocío todavía riéndose. Ese comentario despertó el interés de Federico que estaba leyendo un libro en el living y escucho lo que su prima estaba hablando con su mejor amiga, debía saber todo lo que pudiera de Alma, era como una necesidad que no sabía como satisfacer sin caer en la obviedad.
- ¿por qué? Yo no voy a dejar que ese viejo nos trate como nos trató- Dijo Alma todavía enojada por las palabras de aquel bribón.
- Pero no es malo, a mi me hacía reír cuando se hacía el yo soy mejor que ustedes, dale tiempo y ya vas a ver que te va a terminar cayendo bien.- Dijo Rocío, mirando que su primo miraba con atención y de repente volvía a su libro. Federico no entendía nada, solo que hablaban de un chico por que usaban adjetivos y sustantivos masculinos, pero de quién estarían hablando. Por el último comentario de su prima llego a pensar que era él <>, ¿sería que a Alma no le había caído bien por el tema del beso? ¿Sería que había hecho algo mal sin darse cuenta que a ella no le gusto? O quizás era tan mala como para inventar algo de él para que Rocío se enoje con él, todo era una posibilidad pues ya nada le extrañaba de una mujer. No quiso escuchar más y se fue a su cuarto.
- Nunca, es un ser de lo más despreciable. No puede tratar a los alumnos así- dijo Alma cada vez más enojada.
- Lo que pasa es que te lo tomás muy en serio. Si no le dieras bolilla no te molestaría y de seguro sacarías buenas notas igual, por que quien sabe como va a reaccionar si llegas a ir mañana con más información de la que él dio.- Dijo Rocío un poco preocupada, pero más que preocupada ella quería preocupar a Alma para que parara con toda esa locura.
- No me importa por que le quiero demostrar que doy más de lo que él cree- Dijo Alma muy orgullosa.
- Está bien, pero aunque sea no querés ayudarme a estudiar Historia por que hay cosas que no me quedan claras- Dijo Rocío como una excusa, tenía que saber a toda costa que pasaba con su primo y no podía esperar hasta el otro día.
- Bueno, dale, pero primero esperá que me aprenda lo que no hay que estudiar así estudiamos juntas lo otro, ¿te parece a las cuatro?
- A las cuatro me parece bárbaro, te espero.- Dijo Rocío muy entusiasmada. Federico escuchó esta última parte y no pudo evitar preguntar, pero con una actitud de poca importancia.
- ¿A quién esperás a las cuatro?- Dijo Federico sabiendo que era Alma, pero debía saber algo más sobre el tema.
- A Alma que viene a estudiar Historia conmigo por que hay cosas que no entiendo.- Dijo Rocío acomodando algunas cosas- Debo ir a ordenar mi cuarto para que cuando venga Alma esté todo ordenado, ella odia el desorden.
Bingo, algo logró saber de ella, odia el desorden. En eso eran muy opuestos, a él le importaba un comino el orden y odiaba que la gente tratara de ordenar sus cosas, por que él tenía su orden dentro del desorden. También sabía que vendría a las cuatro, él tenía una pregunta que hacerle, todavía no entendía por qué Alma se había ido así y por qué por teléfono había dicho que era malo. Él ya daba por sentado que era de él de quien hablaban.
Alma termino de ordenar su cuarto e inmediatamente sacó los apuntes que había hecho el día anterior y empezó a estudiarlos. Se encontró sorprendida al darse cuenta de que aún recordaba lo que había resumido el día anterior por lo que le costó menos estudiar esa parte y terminó antes de lo que había esperado. Un vez que estuvo segura de recordar todo lo que el profesor no había enseñado y de entenderlo a la perfección, repasó una cuatas veces lo que él si había explicado y en lo que la tenía que ayudar a Rocío.
Ya eran las tres y media cuando terminó de vestirse, peinarse y arreglarse. No era una chica de mucho maquillaje, en realidad sólo lo usaba en ocasiones especiales pues le gustaba su aspecto normal, así que se limitó a ponerse unos aros que combinaban, atarse el pelo en una cola de caballo alta y marcharse a lo de Rocío.
En el trayecto se sentía muy inquieta. Aunque no quería admitirlo sabía exactamente por qué era, mejor dicho por quién. No sabía como iba a mirar a los ojos al temible, inquietante y frío primo de Rocío, aunque ella sabía que era tierno, dulce y cálido. Algo en su corazón había cambiado desde que había conocido a ese chico, pero no sabía qué. El día que lo conoció no le había parecido la gran cosa, pero a medida que sabía más de él, que sabía lo dulce que escribía, lo bonito que besaba, lo apasionado que era en la escritura, en lo que en realidad amaba, se fue dando cuenta de que era un diamante en bruto que por alguna razón se escondía tras una pared de hielo, la cual ella había podido traspasar y comprobar lo que había detrás de ella. Pero quería saber más, no por nada en especial, sólo por curiosidad, quería ser su amiga.
Cuando despertó de sus pensamientos se dio cuenta de que se había pasado la casa de Rocío una cuadra, así que tuvo que retroceder. Tocó el timbre y sonrió amablemente con toda sus sonrisa mostrando sus tiernos brackets y quien abrió la puerta con una mirada rígida y fría hizo borrar la hermosa sonrisa. Era él, era Federico. Alma se sentía un poco avergonzada por que la última vez no lo había saludado al irse, esta vez no iba poder evitar saludarlo.
- Ho... Hola ¿Cómo estás?- Dijo Alma levantando la mirada bajo su flequillo recto y aniñado.
- Bien ¿y vos?- Dijo Federico con tanta frialdad que a Alma le dolió.
- Bien, gracias. Yo... yo te quería pedir disculpas por no haberte saludado ayer a la mañana.- Dijo bajando la mirada, muy avergonzada. De verdad lo sentía. A Federico se le hizo un nudo en el medio del pecho, tenía ganas de abrazarla muy fuerte y reírse de lo dulce y  tierna que era, pero en vez de eso sólo dijo:
- No me importa, tampoco dejé de dormir por que vos no me saludaste- Fue un poco grosero y a Alma no le gustó.
- No me trates así, yo te estaba pidiendo disculpas y vos me contestás así tan groseramente. Yo quería hacer las paces, pero se ve que con alguien como vos, un completo maleducado eso no se puede.- Dijo muy enojada, su mirada era muy distinta a la de hacía un momento, era más fogosa, más desafiantes y eso hizo que a Federico le gustara más, quizás se le había ido la mano, pero ella había sido la que se levantó corriendo la noche del viernes y la que lo había difamado por teléfono con su prima- Y por favor dejame pasar que Rocío me espera.
Federico se corrió de la puerta y vio como Alma pasaba con la cabeza en alto por al lado suyo y pudo sentir su perfume y por poco se derrite ahí mismo aunque por suerte esa sensación no lo dejó en evidencia con Alma pues estaba tan ofendida que subió rápidamente las escaleras y entró en el cuarto de Rocío.
Alma entró refunfuñando y Rocío la miraba con una carcajada en los labios.
- ¿Qué te pasa?- Le dijo riéndose.
- El maleducado de tu primo me pasa- Dijo Alma todavía ofendida.
- Ah, yo sabía que algo te pasaba con mi primo- Dijo Rocío jugando con lo que ella había dicho, pero lo que vio en Alma no fue una contestación grosera ni nada por el estilo, sino que fue un silencio y una mueca de confusión en el rostro de Alma que rápidamente miró hacia fuera y de nuevo hacia Rocío.
- ¿Será?- Dijo Alma pensando en lo que le había dicho Rocío que aunque sabía que era una broma, esa incertidumbre no la dejaba en paz.
- ¿Te pasa algo con mi primo?- Dijo Rocío sorprendida, pero contenta. Ella sólo quería que se llevaran bien, que fueran amigos, pero si se podía más mejor.
- NO, va, no sé. Ay estoy muy confundida Rochi- Dijo Alma mientras dejaba la mochila arriba de la silla y se sentaba en la cama de su mejor amiga y confidente.- No entiendo lo que mi cabeza piensa por que mi corazón siempre fue y será de Eduardo, vos lo sabés mejor que nadie. El viernes después de un año de lucha logré algo con él y de repente, puff aparece tu primo y tu genial idea- Dijo sarcásticamente- de que lo besara.
- Si Alma, todo lo que quieras, pero si cuando te besó mi primo sentiste algo no fue por mi genial idea de que lo besaras sino que fue por que ya sentías algo de antes- Dijo Rocío con una mirada como buscando la verdad y, a la vez, tratando de defenderse.
- No sé, no sé nada. Lo único que sé es que no quiero sentir eso por tu primo por que no me cae bien- Y se quedó en silencio y de repente sonrió- Por un lado.
- Ahí esta, ¡Ves!, yo sabía. Es esa risita tonta de “Ahí pasó Eduardo”- Dijo Rocío apuntándola con el dedo índice.
- No, no mentira. Esa risita es sólo de Eduardo.- Dijo Alma sacando la sonrisa y tratando de sacar esa idea de la cabeza.
- Pero no es Eduardo acá la cuestión sino la risita boba, algo te pasa con mi primo.- Dijo Rocío muy satisfecha y cruzándose de brazos.
- Bueno, pero lo importantes ahora que ya sabemos que supuestamente algo me pasa con el témpano ese- Dijo Alma todavía sin convencerse de que le pasaban cosas con él- es quitármelo de la cabeza para que Eduardo tenga una vez más todo el espacio libre y podamos ser felices los dos juntos. Antes de hacer y de pensar en todas esas pavadas, mejor estudiemos Historia que la lección es mañana y hay mucho que estudiar.
Las chicas empezaron a leer los apuntes y Alma le explicó con paciencia y de manera fácil todo lo que había sucedido en aquella época que estudiaban. En realidad, Rocío había invitado a Alma a su casa para preguntarle acerca de lo que había pasado con su primo, pero como eso ya había quedado resuelto no le quedó otra que empezar a estudiar. A Rocío no le costaba, pero después de la explicación de Alma le quedaron las cosas mucho más claras.
Federico estaba en la habitación conjunta y mientras escribía escuchaba como Alma le explicaba a su prima y se le iluminaba el corazón. Era una chica muy inteligente y se veía que amaba la historia. Se sentía mal de haberla tratado mal cuando le abrió la puerta y necesitaba pedirle disculpas, pero no podía, ella era la que había empezado. Entonces decidió ir a buscar algo para comer.
En el mismo instante en el que Federico estaba por bajar a la cocina, Alma salió en busca del baño, se tropezó con él y se cayó al piso.
- Perdón- Dijo él y la ayudó a levantarse. Ese perdón era por todo lo que había hecho, pero no pensaba explicárselo. Tocar su suave, delicada y pequeña mano le dejó una sensación en la suya, y lo mismo le pasó a Alma a tocar la de él.
- No importa, estoy bien. Gracias- Dijo Alma sonriendo. En esos momentos no le disgustaba Federico por que era dulce y caballero.
- No, ¿por qué?  ¿Por ayudarte a levantarte?- Dijo devolviéndole la sonrisa. Alma no podía creer lo que sus ojos veían.
- No sólo por eso- Le dijo Alma bajando la mirada- Por lo del viernes también, me sentí muy mal por no haberte agradecido el sacrificio que hiciste sin conocerme.
- Bueno, tampoco fue un sacrificio- Dijo sin darse cuenta y Alma lo miró sorprendida. Sin querer, se había puesto en evidencia e instintivamente cambió de tema- Que bien explicás Historia, se ve que te gusta.
- Si, mucho, gracias- Dijo devuelta. Se empezaba a dar cuenta de que no era tan malo.
- Deberías dedicarte a eso- Dijo tratando de extender la conversación que parecía que llegaría a su fin en cualquier momento y él no quería, quería seguir sabiendo de ella, quería saberlo todo.
- En realidad quiero dedicarme a ser profesora, pero todavía no me decido de qué. Historia es una de las más posibles- Dijo sonriendo y él triunfal de haber dado en la tecla y de saber un poco más de ella.
- Bueno, entonces ya sabés que por lo menos una persona piensa que tenés futuro con ella- Dijo Federico, le gustaba halagarla aunque quedara en evidencia, quería ser su amigo aunque sea.
- Gracias, lo voy a tener en cuenta- Sonrío- Si me disculpás, tengo que ir al baño.
- Si, entiendo- Dijo embobado sin darse cuenta de que le obstruía el camino y despertó de repente y la dejó pasar. Otra vez volvió a sentir su perfume, pero esta vez en vez de pasar furiosa pasó contenta y eso le gustó más, se la veía angelical, dulce, frágil. Despertó de repente una vez más y bajó a la cocina.

Rocío había visto la escena desde que escuchó que alguien se había caído. Notó que había química entre ellos, sólo faltaba un pequeño empujoncito, pero deberían hacerlo ellos, sino todo podría arruinarse.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Juramos por amor: Capítulo 3

El día escolar termino y ambas amigas salieron del colegio muy contentas. Alma estaba como en un sueño. Todo lo que le había pasado en un solo día había sido increíble. Y, encima, al salir había aparecido Eduardo a decirle:
- Chau, nos vemos el lunes. Me encantó conocerte- Se le acercó y le dio un beso en la mejilla.
- Chau, a mi también- Contestó Alma ya pensando que más no iba a poder pasar.
Saliendo del colegio tan contentas las dos, en las escaleras estaba alguien esperándolas: El primo de Rocío, Federico. Estaba apoyado en la pared como haciendo fiaca, las miró fijo, miró especialmente a Alma con una mirada intimidante, desafiante que hizo que a Alma le diera escalofríos.
- ¿Por qué tu primo tiene esa mirada tan fría?- Preguntó Alma muy intrigada.
- Sinceramente no sé, creo que tuvo varios problemas con una chica y desde ese momento cambió totalmente. Nunca quiere hablar del tema, así que nunca supe bien que pasó, pero no volvió a ser el de antes.
 Alma le daba mucha curiosidad lo que le había pasado al Federico pues sus ojos Aguamarina no sólo eran fríos, sino que había una pizca de ternura y de ilusión que hizo que el corazón de Alma latiera rápido de pronto.
Federico miró a Alma y volvió a sentir lo que había sentido a la entrada del colegio ese día. La veía y le transmitía muchas cosas juntas. Era una chica muy dulce, educada, tierna, tan frágil. Sentía la necesidad de protegerla. Con sólo verla caminar deslumbraba a todos con su alegría, pero no podía permitirse volver a sufrir como aquella vez, debía mostrarse frío y no demostrar sus sentimientos.
- Hola primito- Dijo Rocío a Federico- ¿Cómo estuvo tu día?
- Normal ¿Y el tuyo?- Contestó con una linda sonrisa, su prima era una de las personas más importantes que tenía, era como una hermana. Esa sonrisa hizo que Alma también sonriera, fue muy contagiosa para ella, fue como descubrir hielo cálido.
- Hola, ¿Te acordás de mí? Estaba en la entrada hoy a la mañana- Dijo Alma sin querer parecer entrometida.
- Sí, Alma ¿No?- Dijo Federico tratando de demostrarle que no se había olvidado de ella, cosa que para él era una manera de mostrar interés pues de ser otra persona, quizás se hubiera olvidado.
- Si, exactamente- Dijo Alma sonriendo aliviada, de no quedar mal
- ¿vos venís con nosotros?- Dijo Federico tratando de establecer una conversación, pero sin parecer muy entrometido.
- Si, viene a dormir a casa con nosotros.- Dijo Rocío contenta. A Alma se le paró el corazón sin razón. No entendía por qué Rochi había dicho “con nosotros”, o sea que dormiría en la misma casa con la mirada más fría y a la vez más cálida, mejor dicho, con la mirada más rara y opuesta que había visto en su vida.
En el camino a casa de Rocío, Federico iba adelante y las chicas atrás charlando de lo que iban a hacer.
- Vas a tener que besar a mi primo- Dijo Rocío muy divertida.
- ¿Qué? ¿Vos estás loca? ¿Por qué?- Dijo Alma casi perdiendo los estribos.
- Lo que escuchaste, que tu misión de esta noche es besar a mi primo. Vos me hiciste lo mismo cuando me quedé a dormir a tu casa y me hiciste besar a tu hermano Carlos ¿te acordás?
- Sí, pero te puse esa meta por que estás muerta con él, y yo con tu primo no tengo nada que ver ¿Me oíste? Yo sólo tengo ojos para Eduardo y nadie más.
- No importa, está bien que estoy muerta con tu hermano desde la primera vez que lo vi y que vos me ayudaste y todo, pero quiero que hoy beses a mi primo y no vas a hacer nada para impedir que esta sea tu prenda.
- Veremos- Dijo Alma confiada de poder hacer cambiar de opinión a su amiga y pensando en como sería ese beso y en la noche larga que les esperaba- Y decime, ¿Por qué tu primo está durmiendo en tu casa?
- Yo te cuento, pero queda entre nosotras por que es secreto de familia ¿Entendido?
- Si, contame.- Alma se moría de curiosidad, todo se lo causaba.
- Resulta que mi primo tiene a su familia en México. Ellos se habían ido a vivir allí cuando Federico era chico y volvieron hace unos años. Pero los papás volvieron a viajar y se instalaron definitivamente allá. Él se iba a ir con ellos, pero se peleó  muy mal por que su papá quería que estudiara abogacía y él lo que en realidad le apasiona es escribir, escribe cosas hermosas, no te lo podrías imaginar. Su papá, en un ataque de furia por su decisión de seguir letras y de querer vivir de escribir, tiró todo sus cuadernos, rompió todos sus Disquetes de novelas y todo lo que tuviera que ver con la escritura y lo echó. El único lugar que tiene para vivir es en mi casa por que se lleva muy bien con mis papás y conmigo así que mi papá cuando se enteró, habló con su hermano, el papá de Federico, y le dijo que le iba a venir a vivir con nosotros y desde el sábado a la noche que está acá.
- Pobre, lo que debe haber sufrido- Dijo Alma sintiendo compasión por él.
- Si, pero ahora está feliz de estar acá, en su país natal y va a empezar la Licenciatura en Letras. Es muy aplicado aunque no lo parezca.
Cada cosa que Rocío le contaba a Alma de Federico, hacía que ella tuviera más curiosidad acerca de él, le intrigaba mucho y cada vez más.
Llegaron a la casa de Rocío y subieron rápidamente a la habitación. Dejaron las cosas y bajaron a saludar a los papás de Rocío que le tenían la merienda preparada.
Alma y Rocío empezaron a conversar primero del colegio, del profesor detestable y luego de Eduardo. Comenzaron a imaginar que podía llegar a pasar si ella y él comenzaban a salir. También pensaron en como conquistarlo de verdad, como ganar su amor.
- Fede, ¿te puedo pedir un consejo?- Dijo Rocío a su primo. Alma se moría de vergüenza y no imaginaba si aquel chico fuera a responder.
Federico tomo una silla, la dio vuelta dejando el respaldo contra la mesa y se sentó.
- A ver, ¿qué necesitás saber?- Dijo Federico sonriéndole a su prima. Parecía tan simpático con su prima que Alma no podía creer que esa mirada y esa sonrisa fueran de la misma persona.
- Bueno. Resulta que a Alma- Alma la miró como comiéndola con la mirada y Rocío le devolvió con una mirada de “¿y qué? Si no te interesa él”.- le gusta un chico  que es más grande que nosotras y que ella no conoce bien. ¿Qué puede hacer?
Federico, que era un poco vanidoso pensó que el chico era él y sin ilusionarse dijo:
- Bueno, depende del chico. De cuanto lo conoce y de cómo responde él.
- Ah, listo gracias- Dijo Alma tratando de evitar que él siga compartiendo con ella cosas sobre ese tema. No sabía por qué la inquietaba tanto.
- y... ¿se puede saber si lo conozco?- Decía Federico para poder tratar de a poco de acercarse a Alma.
- No, no, ya nos ayudaste suficiente. Gracias- Dijo muy apurada y nerviosa, por que él la ponía nerviosa, no sabía  por qué, pero así era.- Ya terminé Rocío, ¿nos vamos a arriba?
Por la manera en la que Alma se había comportado, Federico pensó que era él de quien Rocío hablaba.
Arriba, en la habitación de Rocío, llena de peluches y de color rosa (su color favorito) Alma se sentía muy avergonzada.
- ¿Por qué le preguntaste eso a tu primo? Me da vergüenza.
- ¿Por qué?, a mi primo no lo conoces ni él te conoce a vos, ¿qué te importa lo que él piense de vos?- Dijo muy segura Rocío- Al menos que te guste mi primo y no me lo quieras decir- Dijo divertida y también muy contenta por que le gustaba la idea de que Alma saliera con su primo, sería como una prima política para ella.- Si, sería fabuloso, nada sería más perfecto. Nos juntaríamos todos los días, yo iría con mi futuro marido Carlos y vos con Fede. Seríamos parientes por donde nos miráramos.
- No, no. Estás loca Rocío. Yo con tu primo sería lo último que haría en la vida. Me parece muy antipático y muy frío- Dijo Alma bastante seria. No mentía, pero tampoco decía totalmente la verdad. En realidad no sabía bien lo que sentía por aquel extraño chico. Por un lado era insufrible, frío, serio, horrible; pero por el otro le despertaba cosas buenas, parecía tierno y sensible o por lo menos eso había descubierto en sus ojos, además su sonrisa, las pocas veces que lo vio sonreír, era contagiosa y trasmitía mucha paz y alegría.
- Bueno entonces esta noche vas a hacer lo último de tu vida por que la prenda de esta noche es besarlo.
- Todavía seguís con eso. No, no pienso besarlo. Yo lo hice de buena amiga, para acercarte a mi hermano, bueno en realidad para que pudieras besarlo por que él estaba dormido, creo que nunca se enteró de que lo besaste- Dijo Alma riéndose y recordando ese momento.
- Bueno, esto va a ser igual. No se tiene por que enterar Fede de que lo vas a besar. Entrás a su habitación cuando esté dormido y listo, un piquito y nada más, ¿te parece bien?- Dijo Rocío esperando un “Sí”.
- Bueno, pero que no se mal entienda, por que mi corazón es de Eduardo ¿ok? - Dijo Alma no muy animada con la idea de besar a Federico.
Esa noche, más o menos por la medianoche, el momento llegó. Rocío y Alma fueron en puntitas de pie hacia la habitación de Federico. La puerta estaba entre abierta y fue más fácil fijarse si él estaba o no ya dormido, efectivamente lo estaba.
- Vamos, ya es hora- Dijo Rocío empujándola hacia la puerta.
Alma entró a aquel santuario, aquel aposento que no habría adivinado jamás que era de Federico. Rocío cerró un poco la puerta por si pasaban sus padres. Alma sentía mucha curiosidad por él. Era un cuarto un poco desordenado, él se había quedado dormido en una silla, parecía que se había quedado dormido escribiendo pues en su mano tenía una lapicera y sobre la mesa un cuaderno. Alma sintió que algo la impulsaba a leer aunque sea un fragmento de lo que él había escrito y lo hizo. Lo que leyó fue lo más hermoso que había leído en su vida:
“Hoy la descubrí. Llevaba el pelo suelto y muy lacio. Me sonrió y fue como si un rayo de sol se hubiera reflejado en su sonrisa, no sé por que ni como, pero sentí una paz en mi interior. Sentí como si un ángel me hubiera estrujado el corazón pues sentía una gran presión en el pecho y sin darme cuenta ese ángel le entregó mi corazón por completo. Ella tiene mi corazón y no lo sabe, se lo di con moño, le entregue lo más preciado que tengo sin dudarlo ni un poco pues confío en su ALMA ciegamente. Me dijo su nombre, ese nombre que el viento susurra cada vez que huelo su perfume. Un perfume embriagador que me llama a abrazarla, a cuidarla, a querer besarla. No sé si ella lo sabe, pero creo que vio en mi aquello que nadie puede o quiere ver. Pues su nombre es el reflejo de lo que puede ver, es como si fuera una especie de diosa que todo lo ve y que ve sin problemas eso que hace de su nombre algo especial, pues su nombre es el reflejo de lo que yo pude ver en sus ojos su nombre es”
No lo había completado, pero veía que estaba enamorado de una chica o por lo menos la persona de la que estaba escribiendo. Vio que también había otros escritos muy bonitos, no podía creer que todo eso proviniera de aquel chico, era todo muy extraño acerca de él. ¿Sería que no era lo que aparentaba?
Él estaba allí sentado en la silla. Mostraba una cara de paz tan dulce que Alma no sabía si él realmente era Federico, era tan sensible aquel rostro que hasta le dio ternura y sonrió, ya no le daba tanto miedo besarlo, al contrario sentía que no sería algo tan desagradable como pensada. Otra vez sentía aquel impulso, esta vez el impulso la llevaba a querer besarlo. Se acercó a él lo más que pudo, pero sin tocarlo, no quería que él ni se enterase de que ella había estado allí. Estaba apunto de unir sus labios con los de él, lo tenía más cerca que nunca y de repente él abrió los ojos y sonrió con una sonrisa un poco vanidosa.
- Yo sabía que era yo de quien estaban hablando hoy- Se sentía triunfante y creía que esa noche podría lograr besar a Alma por que veía que ella también estaba interesada en él, o por lo menos eso creía.
- ¡Qué! ¡Estás loco! Yo no tengo el menor interés en vos- Dijo Alma muy nerviosa.
- Ah, no ¿Entonces me podés explicar que hacés en mi habitación y por que trataste de besarme?- dijo él no confundido, al contrario, notando el nerviosismo de Alma lo preguntaba sarcásticamente.
- Nada, lo que pasa es que Rocío me mando a buscar algo y me dio curiosidad tus notas y como soy media torpe me caí encima tuyo, nada más- Dijo Alma, sonriendo con sus brakets a los cuales Federico adoraba, pero que en ese momento se mostraban bastante nerviosos.
- ¿Vos estás esperando que yo crea eso?- Dijo Federico mirándola fijo y levantando una ceja. Alma no era una chica que mintiera muy a menudo por lo cual lo hacía mal así que terminó diciéndole la verdad.
- Bueno, lo que pasa es que, ay me da mucha vergüenza,- A Federico le divertía mucho esa manera de ser de Alma- cuando Rocío fue a dormir a mi casa yo le hice una prenda en la que tenía que besar a mi hermano por que ella esta muerta con él.
- Si ya lo sabía- Dijo Federico. Su prima y él se confiaban todos los secretos.
- Bueno, entonces hoy como vine yo, ella me quiso obligar a darte un beso- Alma estaba realmente muy avergonzada, tanto que no podía mirarlo a los ojos. Entonces ella sintió que uno de los dedos de Federico le levantaba el mentón para que pudiera mirarlo a los ojos. Cuando lo hizo, vio la mirada más tierna que pudo divisar en toda su vida. Esos ojos aguamarina que trataban de decirle algo, pero no sabía qué.
- Entonces, yo tenía razón. Vos venía a besarme por que te gusto.- Dijo él muy convencido.
- NO, no entendés nada. Sólo escuchás lo que querés escuchar, no me gustás. Lo que pasa es que Rocío quería hacerme pasar lo mismo que yo le hice pasar a ella. Mi corazón tiene dueño.
- A sí, ¿y quién es el dueño de tu corazón?- Dijo Federico muy divertido cruzándose de brazos.
- No es de tu incumbencia, pero te lo voy a decir para que te convenzas de que no te estoy mintiendo. Su nombre es Eduardo, es inteligente, sensible, muy lindo y creo que tengo oportunidad de estar con él.- El rostro de Alma mostraba tanta felicidad e ilusión y sus ojos brillaban tanto cuando hablaba de él, que Federico sentía celos de sólo escuchar sobre ese chico.
- Mira vos- Dijo Federico un poco resentido, pero en el momento se le ocurrió algo- Entonces, ¿Qué vas a hacer con la prenda?- Él esperaba que ella le dijera que la tenía que cumplir igual.
- No sé, por que ya te despertaste- Dijo Alma tratando de escapar.
- Mirá que conociéndola a mi prima se va a enojar si no la cumplís- Federico tenía razón y ella lo sabía, pero qué podía hacer- Si querés te doy el dichoso beso- Dijo como desganado, pero con más ganas que nunca de besarla- así no tenés problemas con mi prima.
- ¿De verdad harías eso por mi?- Él asintió y ella sonrió.
- Mirá, vos cerrá los ojos que de lo demás me ocupo yo.
Federico le volvió a tomar el mentón con su dedo y Alma sintió una sensación en todo su cuerpo. Su corazón latía muy rápido, como sabiendo lo que iba a suceder.
Él se acercó a ella y sus labios tocaron los de ella. Ella se equivocó, pensó que sus labios serían fríos como su actitud, pero no, eran cálidos como sus ojos y le transmitió algo que no podía entender. Sentía aquel imán del que le había hablado su hermana. Sentía que uno era el polo positivo y el otro el negativo y que con ese beso ninguno podía separar los labios del otro. En realidad no sabía si no podían o no querían.
Él sentía muchas cosas, cosas que hacia mucho no sentía, desde aquella vez en la que le habían roto el corazón. Tenía ganas que el beso fuera más allá que un simple y casto beso, quería que fuera más profundo, pero tenía miedo de asustarla y prefirió contenerse, bastante había logrado ya. Tendría un hermoso recuerdo, algo sobre que escribir, algo con que soñar, algo con que jamás olvidarse de ella.
Fue un beso tan mágico que cuando ambos se separaron y abrieron los ojos nos sabían que decir, sólo se miraron y Alma sonrió y bajó la vista. Él trato de buscar su mirada, pero ella la evito sonriendo. Se sentía muy avergonzada, así que se levantó y se fue.
- Espera, ¿Por qué te vas?- Gritó Federico al ver que ella se levantaba y se iba.
Alma no supo como reaccionar ante aquel tan hermoso y mágico beso. Ella sabía que estaba enamorada de Eduardo y ahora que había logrado algo con él no quería confundirse con otra persona y menos alguien como Federico. Llegó a la habitación de Rocío y ella estaba esperando ansiosa, se había cansado de esperar en la puerta y se volvió a la habitación.
- ¿Qué pasó que tardaste tanto?- Dijo Rocío preocupada y confundida por la expresión en el rostro de Alma.
- Nada, lo logré ¿listo?, pero no quiero hablar del tema.- Alma parecía conmocionada, ofendida y Rocío no entendía nada. Lo que pasaba es que Alma tenía mucha bronca, bronca consigo misma, no había pasado la prueba de fuego pues no podía negar que no había sentido nada en ese beso, pero ella no quería sentir nada, ella era de Eduardo.
Toda esa noche soñó con ambos y no entendía por que, para ella había sido un beso insignificante, nada más ¿o no? Eso era lo que la confundía pues no entendía lo que había sido ese beso para ella.
A la mañana siguiente, las chicas bajaron a desayunar y Federico estaba ahí. Alma sentía una vergüenza muy grande, no sabía si debía ignorarlo o hablarle normalmente así que se atrevió a saludarlo:
- Hola, Bue... buenos días ¿Có... cómo dormiste?- Dijo un poco nerviosa.
- Normal- Dijo él muy distante, no parecía el chico, el joven que la había besado la noche anterior.
- Ah, me alegro- Dijo Alma un poco desilusionada, había pensado que quizás después de ese beso podrían llegar a ser aunque sea amigos, pero parece que no había significado nada para él, así como tampoco debía significar nada para ella. Por un lado se sintió mejor por que tenía miedo de que quizás él había malinterpretado ese beso como una muestra de más que afecto, pero parecía que no así que siguió desayunando tranquila.
Rocío notó cierta tensión en el desayuno, más que nada por que ella hablaba con ambos, pero entre ello no cruzaban palabra. Ella también pensó que después del beso podrían llegar a ser amigos, pero notaba que cuando la mirada de Alma se encontraba con la de su primo, ella agachaba la cabeza muy avergonzada. Tenía la impresión de que pasaba algo que ella se había perdido además del beso y no sabía que era. Pronto lo averiguaría.
Alma debía irse pues su abuela vendría a almorzar aquel sábado. Se despidió con un beso de los padres de Rocío, de la misma manera lo hizo con su amiga, pero cuando tuvo que saludar a Federico primero amagó y lo termino saludando con un simple “Chau” y una sonrisa de las suyas. Esa no era la manera de actuar de Alma y para Rocío fue la gota que derramó el vaso.
- Federico ¿te puedo hacer una pregunta?- Dijo Rocío calmada, pero Federico noto su enojo ya al llamarlo Federico y no Fede o primo.
- Si, ¿Qué necesitas?- Dijo un poco nervioso. No le gustaba su prima enojada, aunque a veces le gustaba pelear con ella, no parecía una de esas veces.
- ¿Qué pasó ayer con Alma? ¿Qué le hiciste?- Dijo con un poco de furia.
- ¿Cómo que hice? La besé- Federico tuvo miedo de que lo que Alma había dicho sobre la prenda fuera todo mentira de ella. Si así había sido, tendría que olvidarse de encontrar una mujer por que al parecer era un imán de mentirosas.
- Si, eso ya lo sé por que lo planee yo- Federico suspiró de tranquilidad- Pero ¿qué más le hiciste?
Federico entró en confusión. Por lo que recordaba ellos se habían besado y después ella salió corriendo.
- Yo no le hice nada ¿por qué? ¿Ella te dijo que le hice algo?- Otra vez le volvió aquel temor a las embusteras.
- No, pero la noté muy rara y pensé que ayer cuando ella fue le habías hecho algo- Rocío conocía a su primo y sabía que no le mentía cuando ponía esa expresión en su mirada. Los ojos de Federico eran muy expresivos y Rocío lo conocía como nadie. Después averiguaría lo que le sucedió a Alma.

Federico se quedó preocupado por Alma. Si él la trató así hoy fue por que estaba un poco enojado. Se sintió usado, ni siquiera se quedó a conversar, pero ahora que lo pensaba quizás Alma se asustó o le había pasado algo. No, no podía pensar así, las mujeres eran todas iguales, malas y por más que Alma le gustara tanto no podía volver a caer rendido en los pies de una chica otra vez.